Autor: Elizabeth Segoviano
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A la sombra de un joven limonero se
encontraba ejercitándose vigorosamente una lagartija, mientras un gran número
de caracoles, grillos, catarinas y otros insectos discutían acaloradamente.
-
Yo
digo que nos vayamos –decía un caracolito–
-
¡Ay
sí que buena idea! –replicó molesto un grillo– al paso que caminas tendrías
suerte si llegas a la puerta antes de que acabe este siglo, y en el remoto caso
de que lo lograras, te aplastarían al cruzar las calles ¿a poco crees que los
humanos van a tenerte consideración y cederte el paso?
-
¡Óyeme!
¿qué te pasa? –se quejó el caracol– tampoco es para que me grites y me
insultes, al menos yo doy ideas, ¿tú qué? ¡nada más sales con problemas!
-
¡Ay
ya cállense! –gritó harta una catarina– el caso es que no podemos irnos porque
no hay otro jardín en kilómetros a la redonda, ni siquiera un arbolito en el
que podamos quedarnos ¡esto es todo lo que tenemos! Así que hay que encontrar
una solu ...
-
¡Cállate
tú! –interrumpió iracundo el grillo– a mí nadie me dice que hacer!
En aquel momento todos los insectos
comenzaron a gritar, hecho que llamó la atención de la lagartija, así que se
acercó diciendo : ¡bueno, bueno, ya está bien de tanto grito! ¿a qué se debe
tanto relajo?
-
¿Acaso
no te has enterado? –dijeron sorprendidos todos–
-
¡Obviamente
no! –exclamó sarcástica la lagartija– así que déjense de rollos y vayan al
grano maestros.
-
Lo
que sucede –explicaba la catarina– es que los dueños de ésta casa se van a
mudar, y el jardín se secará en pocas semanas porque ya nadie lo va a cuidar, y
si todo se seca ya no va a haber comida, ni agua ... nos vamos a ... a ... ¡a
morir!
Entonces todos comenzaron a llorar
desconsoladamente, incluso las plantas estaban bien tristes porque la primavera
ya había comenzado y el calor era verdaderamente ardiente, y sin nadie que
cuidara de ellas se secarían sin remedio.
-
¡Uy
uy uy! No se me agüiten maestros –decía la lagartija– porque me van a hacer
llorar a mí también, miren, por lo pronto podemos cavar hoyos para ocultarnos
ahí cuando haga mucho calor, y si las lombrices nos ayudan a hacer túneles para
llegar a las raíces de las plantas, podremos morderlas y sacar algo de agua.
-
¡Eso
no nos parece en lo absoluto! –protestaron las plantas–
-
¡Oh
si todavía no acabo maestras! Es sólo en caso de emergencia; fíjense que
conozco a un ratón que es bien cuate y nos puede ayudar a conseguir basura de ésa que no se deshace con nada, y con ésa
cosa podemos juntar el rocío que cae al amanecer.
-
¡Nos
parece bien! –exclamaron todos– y ¡dicho y hecho! Inmediatamente las lombrices
y cochinillas comenzaron a excavar, y el ratón les llevó trocitos de plástico
que las arañas acomodaron a manera de red para captar agua, al cabo de unas
horas el trabajo estaba terminado y al día siguiente todos pudieron instalarse
cómodamente en los agujeros para no acalorarse; pero los días fueron pasando y
con ellos la intensidad del calor iba en aumento. Las plantitas poco a poco
comenzaban a verse amarillentas y acartonadas, además, para colmo de males, las
trampas para el rocío no funcionaban como lo habían esperado, todos tenían
mucha sed, calor y estaban de muy mal humor; así que la catarina llamó a todos
a una reunión urgente.
-
Ya
que todos vivimos aquí, debemos decidir qué vamos a hacer, ya no podemos
quedarnos, pronto todo estará bien seco ¡si tan sólo lloviera! ...
-
¡Podríamos
hacer una danza de la lluvia! –dijo entusiasmado el caracolito–
-
¡Ay
como crees! –gritaron al unísono todos los insectos– ¡como eres tonto! ¡mejor
cállate!
Así el caracol bajó sus antenas y comenzó a
meterse en su caparazón, desde el cual sólo se dejaban oir unos sollozos.
-
¡Oigan!
–gritó la lagartija– ¡qué mala onda son maestros, me cae! El caracol sólo
quería ayudar, no tenían porqué ser tan groseros, además él por lo menos aporta
más ideas que todos ustedes, deberían ofrecerle disculpas.
Todos
se miraron unos a otros avergonzados y rodearon el caparazón del caracol
dándole disculpas.
La
lagartija también se acercó a preguntarle qué necesitaban y cómo hacer la danza
de la que hablaba. El caracol sacó bien despacio su cabeza y mirando
tímidamente a su alrededor dijo : bueno, el otro día estaba paseando allá,
cerca de la ventana, y los dueños de la casa veían la tele, en ella había unas
personas con plumas en la cabeza tocando tambores mientras los demás saltaban,
bailaban y gritaban; al cabo de un rato el cielo se llenaba de nubes y
comenzaba a llover.
-
¿Plumas
y tambores eh? –decía pensativa la lagartija– ¡pues me parece una gran idea!
Mira caracol, tú encárgate de enseñarle a todos como bailar y cantar, yo voy a
ir con el ratón a conseguir lo que nos falta.
-
¡Está
bien!-gritaba el caracol muy contento-
-
Bueno
pues –decía a regañadientes el grillo– ¿cómo tenemos que hacerle?
-
Primero
hay que ponernos todos en círculo, y luego se comienza a marchar en sus
lugares, después se levantan las patitas como si fueran a brincar y luego ...
-
A
ver, a ver –dijo el grillo– no te entiendo ¿brinco o no?
-
¡No!
–decía impaciente el caracol– ¡sólo mueve las patitas!
-
¡Pues
enséñame cómo! –gritaba frustrado el grillo–
-
¡¡¡Pues
es que yo no tengo patitas!!!
-
¡Cálmense,
cálmense!-interrumpió la catarina-
Luego
de un rato por fin todos se pusieron de acuerdo en los pasos y comenzaron a
ensayar; cuando el ratón y la lagartija se acercaban al jardín escucharon
ruidos extraños, como quejidos o algo parecido; el ratón miró a su amigo y le
dijo : ¡creo que llegamos demasiado tarde! ¡ya se están muriendo!
-
¡Ay
no! ¡córrele, tal vez todavía podamos salvar a uno o dos! –cuando ambos amigos
llegaron, no tuvieron más remedio que carcajearse, porque aquellos lastimeros
gimoteos y gritos no eran otra cosa que la canción para la dichosa danza–.
-
¡Ja
ja ja ja! –se escuchaba–
-
¡Oigan!
–se quejó el caracol– no se rían, esto es serio!
-
¡Ay
amigo no te enojes! –decía la lagartija– no es nuestra intención burlarnos pero
es que se ven ... bien ...¡CHISPA! ¡ja ja ja! ... ... hmmm ... pero aquí
traemos lo que nos hacía falta.
Todos
los bichitos, la lagartija y el ratón se pusieron en la cabeza sus penachos y
con corcholatas y varitas hicieron sus tambores, incluso se pintaron los
rostros a modo de parecer apaches; por fin la tan esperada hora llegó, todos se
reunieron en círculo y comenzaron a sonar los tamborazos y a cantar : “bum bum ... wuuu aaaah heya hey
hey hey”... se escuchaba. Al cabo de unos minutos el caracol gritó : ¡Una nube,
una nube!
-
¿¡Dónde!?
–gritaron los demás–
-
¡Allá,
allá! –gritaba con todas sus fuerzas el caracol–
Muy arriba, en lo alto del cielo, rondaba
curiosa una pequeña nube que lentamente se acercaba, así que siguieron bailando
y cantando cada vez más fuerte, y con cada segundo la nube se hacía más grande,
y –de repente– se dejaron escuchar unos estruendosos relámpagos que no eran
otra cosa que las carcajadas de la nube que reía y reía al ver el gracioso
espectáculo que ofrecían en aquel jardín, la nube continuó riendo hasta que
comenzó a llorar de alegría, regalándoles así la lluvia que tanto necesitaban,
y desde ése día, largas filas de nubes ansiosas por reír se amontonan cerca del
jardín de la lagartija y sus amigos para verlos bailar.