Queridos soñadores,
Ya les había contado que AUDACIA LIBROS PARA ESCUCHAR SIN LÍMITES está publicando algunos cuentos míos, AUDACIA es una app disponible para android (más adelante disponible para ios) donde pueden escuchar mis cuentos y miles de libros más, tienen una audioteca libre para que puedan escuchar cientos de libros, novelas, cuento infantil, poesía etc. ¡¡sin costo!! Y también tienen una sección premium donde encontrarán aún más títulos desde clásicos hasta autores nuevos.
También pueden ordenar los libros en papel, así que si escuchan un cuento que les guste mucho, pueden ordenar su copia.
https://audacia.lat/
Los títulos míos que pueden escuchar en AUDACIA son :
MARBLE QUIERE VOLAR
EL GUARDIÁN DE LOS SUEÑOS
EL REGALO DEL MAR ....
Y recién salidos en los estrenos de este mes ... (que pueden distinguir por una estrellita dorada en las portadas)
EL SELLO DE LYRAX
VIN-VAN BRUSH PINTA LAS ESTRELLAS
LA ATRAPA SUEÑOS Y EL HACEDOR DE ESTRELLAS.
¡Así que anímense a ser audaces! Y dejen que AUDACIA consienta sus oídos contándoles un cuento.
Y por si fuera poco AUDACIA también les ofrece una estación de radio con música para todos los gustos ... ¿y ustedes ya son audaces?
jueves, 26 de julio de 2018
domingo, 1 de julio de 2018
UN NINJA EN LA CORTE
Autor: Elizabeth Segoviano
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
SEP-INDAUTOR registro público 03-2011-101711562800-14
Desde
tiempos milenarios había sido estricta tradición en la familia Wu Lo-Kuaz que
todos sus miembros, sin excepción alguna, se convirtieran en Ninjas. Por lo que
desde la tátara, tátara recontra tátara abuelita Wu Lo-Kuaz hasta el último tátara,
archi-recontra tátara, tátara, etcétera nieto Wu Lo-Kuaz eran los más hábiles,
expertos, distinguidos, capaces, ágiles, arteros y respetados Ninjas de todo el
mundo.
Grandes
emperadores, reyes, y gobernantes de muchos países en diferentes épocas habían
recurrido a la astucia y fortaleza de la familia Wu Lo-Kuaz para resolver
conflictos, atrapar malandrines, y, en muchos casos, impartir justicia.
Sin
embargo al pequeño Haro Wu Lo-Kuaz no le entusiasmaba mucho la idea de ser un ninja,
si bien tenía el talento y la habilidad para ser uno de los mejores, a Haro Wu
Lo-Kuaz le molestaba que toda situación era resuelta con las secretas
combinaciones de golpes de garra de dragón furioso o la refinada técnica de
tigre asustadizo mezclada con una que otra patada de conejo rebuscón. Por
ejemplo, si alguien no quería comer sus vegetales llegaba a toda prisa la tátara,
tátara abuelita enfundada en su traje negro con todo y sable en el cinturón y a
base de la técnica del panda frenético le obligaba a terminarse el brócoli, las
zanahorias, guisantes o lo que fuera, y lo mismo sucedía si por error a Haro se
le olvidaba tallarse detrás de las orejas o recoger su recámara... no importaba
la situación, que esto y que el otro ¡zas!
Todos los días parecían ser sacados de las mejores y más increíbles películas
de Ninjas.
Incluso los vecinos estaban atemorizados,
porque si hacían algo que molestara a la familia Lo-Kuaz de inmediato dejaban
mostrar su perfeccionada técnica de gritos de mono aullador roquero, con los
cuales aturdían y enmudecían a toda la calle.
Fue
entonces que el pequeño Haro Wu Lo-Kuaz pensó que no quería ser un Ninja y que
había mejores formas de resolver los problemas, así que desde ése momento Haro
decidió que quería convertirse en abogado y luchar por la justicia y defender a
los inocentes de una forma mucho más civilizada.
Sin
embargo, Haro sabía que su familia no estaría de acuerdo con que abandonara la
larga tradición familiar; así que pensando y repensando el asunto, se le
ocurrió que su querida familia no tenía por qué enterarse de sus planes,
después de todo, un verdadero Ninja sabe guardar mejor que nadie cualquier tipo
de secreto, y, si quería tener éxito en su misión debía aplicar todos los
conocimientos que tenía.
Llegado
el momento en que nuestro amigo debía entrar a la escuela de leyes... ¡nadie se
enteró! Sus largos años de entrenamiento habían rendido fruto y era tanto o más
sigiloso que la sombra de un mimo, sus rápidos movimientos para esquivar el
vigilante ojo de su tátara, tátara abuelita casi eran súper sónicos, y,
enfundado en su ajustado traje negro podía trepar por las paredes mejor que
cualquier gato de azotea.
Así
pasó el tiempo y nadie, absolutamente nadie sabía su enorme secreto, pues toda
la familia suponía que pasaba largas horas entrenando, ya que sus técnicas
mejoraban notablemente día con día, hecho que era de esperarse ¡porque escapar
de la tátara, tátara abuelita no era cosa fácil!
Luego
de mucho tiempo y dedicación Haro Wu Lo-kuaz por fin estaba a punto de
graduarse ¡y con los máximos honores! En la facultad era muy reconocido por los
maestros, motivo por el cual fue recomendado para trabajar en la corte. Como podrán
imaginar, Haro estaba que no cabía en sí de gusto... sólo que hubiera querido
poder compartir su alegría con toda su familia ...
La
mañana en que Haro iba a tener su primer caso salió muy temprano, algo nervioso
pero muy contento, vistiendo un elegante traje a rayas y corbata, un distinguido
sombrero y su brillante portafolio metálico con cerradura de combinación.
Al
llegar al inmenso edificio de fachada gótica y enormes salones que hacían eco,
el corazón de Haro comenzó a latir cada vez más rápido, y cuando finalmente
sonó la campanilla del elevador nuestro amigo encontró una gran oficina en cuya
moderna puerta de cristal se podía leer “Licenciado Haro Wu Lo-kuaz, abogado
defensor”. Nuestro muchacho comenzaba a creer que todo era un sueño y que en
cualquier segundo despertaría, pero en ése preciso momento la dulce y melodiosa
voz de su jefa, la señorita Shin-Shin Jua-netes lo sacó de su asombro
entregándole el archivo de su primer caso.
De
inmediato Haro puso manos a la obra y comenzó a leer el expediente que decía
así: “caso número cinco millones trescientos setenta y siete mil quinientos
doce, el estado contra Nana Wu Lo-Kuaz T´a senil”.
Cuando
Haro leyó aquel nombre no pudo menos que quedarse helado, petrificado,
aterrado, inmovilizado, esponjado y con los pelos de punta, pues resulta que
Nana Wu Lo-Kuaz T´a senil ¡era nada más y nada menos que su tátara, tátara
abuelita!
-
¡por el sable de mi abuela! -gritó el muchacho asustando a la señorita
Shin-Shin Jua-netes–
-
¿Qué te sucede chico?
-
¿D... d... de... de qué se le acusa a la señora?
-
Hmmm –decía la señorita mientras recogía el expediente del piso –no es algo
demasiado grave ... aunque tampoco se debe tomar a la ligera, resulta que la
señora Lo-Kuaz T´a senil ha sido acusada por el mismísimo alcalde de la ciudad
porque ella lo agredió cuando él paseaba a su perrito tranquilamente por la
calle.
-
Y... que... que, que, que... ¿qué le hizo ella al alcalde?
-
Hmmm ... de acuerdo con esto la señora Lo-kuaz T´a Senil le brincó encima al
alcalde, le arrancó de un tirón el peluquín y le embadurnó la cabeza con un
trozo de césped, le hizo calzón chino y le pegó el peluquín al perro en el
trasero. Por todo esto se le acusa con el cargo de encuentro cercano del tercer
tipo en segundo grado con agravantes... alcanza la fianza pero la señora se
negó a pagarla, pues clama que es inocente... un momento... Wu Lo-Kuaz ... ¿qué
ese no es tu apellido chico?
-
P... p... pues sí… verá señorita...
-
¡No se diga más! ¡Qué suerte! Me alegro mucho ¡que hubiera dado yo porque en mi
primer caso mi familia estuviera conmigo!
-
¿Aunque fuera la acusada? –interrumpió Haro–
-
Hmmm... detalles, detalles
-
¿Que sea mi abuelita no es un conflicto?
-
¿Conflicto? Hmmm... detalles, detalles ¿acaso la justicia no es ciega? Justicia
es justicia sea tu abuela o no, así que la vas a defender.
Cuando
Haro entró al gran salón de la corte apenas y podía respirar y definitivamente
no podía dejar de temblar, sobre todo cuando el juez llamó a la acusada a tomar
asiento en el estrado.
La
enorme puerta de madera se abrió, y entraron la acusada y el acusador aun
discutiendo mientras dos inmensos guardias intentaban contener y esquivar los
certeros golpes de tuzo marrullero que la abuelita quería propinarle al
alcalde.
-
¡Orden en la corte! –gritó el juez– ¡que se siente la acusada!
En
el momento en que por fin la abuelita tomó su lugar notó que el abogado que
había contratado vía telefónica su familia ¡era nada más y nada menos que su
nietecito! Por lo que de inmediato Haro comenzó a hablar con ella con el ultra-secreto
lenguaje de señas de los ninjas ... que para cualquiera de nosotros podría
parecer una mala imitación de un pez que había azotado en el piso luego de dar
un mal salto en la pecera.
Así
Haro se enteró de lo que en realidad había ocurrido y recordando que ante todo,
y después de todo, era un ninja, volvió a tomar valor, respiró profundo, dejó
de temblar y comenzó el juicio. Aunque no era nada sencillo mantener quieta a
la abuelita, porque cada vez que hablaba el alcalde ella se levantaba de un
brinco del asiento y trepando por las paredes como araña psicótica intentaba
propinarle su combinación de patadas de conejo rebuscón, por lo que, en más de
una ocasión, Haro tuvo que seguirle el paso con sus volteretas de lémur
hiperactivo mientras le decía que había otras formas de impartir orden y
justicia y que él se encargaría de aclarar el asunto. Pero para el jurado y las
personas que presenciaban el juicio era todo un espectáculo ver a esos dos
magníficos Ninjas en acción, incluso al juez se le olvidaba por ratos en donde
estaba y animaba a la abuelita Lo Kuaz T´a senil a perseguir al alcalde.
Una
vez calmados los ánimos el abogado acusador presentó al jurado varias pruebas.
-
¡Prueba número uno! –se escuchaba– el peluquín que un veterinario tuvo que
extraer al perrito del alcalde, ¡prueba número dos! ¡El perrito con todo y su
trasero enrojecido por el brutal ataque de una ancianita loca!
-
¡objeción! –gritó Haro– el abogado insulta a mi cliente ... ¡la abuelita no
está loca y lo voy a probar! ¡Llamo al señor alcalde al estrado! ¿no es cierto
señor alcalde que usted paseaba a su perrito fuera de los límites del parque?
-
Pues sí, pero eso no es un crimen, el perrito tenía su correa.
-
Cierto –decía Haro– sin embargo si es un crimen que usted dejara que su perrito
hiciera sus “gracias” sobre el césped de la casa de la abuelita ¡y que usted ni
siquiera limpiara las cochinadas de su animal!
-
Bueno... bueno –decía el alcalde– quizá tenga razón ¡pero la señora me atacó!
-
¡Arrancarle la cabeza! –gritaba la abuelita– ¡eso debí hacer, pero sólo
intentaba educar a su perro!
-
¡Orden en la corte! –gritó el juez– no necesito escuchar más... el abogado
Lo-Kuaz tiene razón, el alcalde deberá pagar a la abuelita el césped dañado y
no podrá pasear a su perro a menos de ciento cincuenta metros de distancia de
la abuelita... sin embargo, el alcalde también tiene razón, la abuelita no
debió saltarle encima ni arrancarle el peluquín... la abuelita deberá pagar el
peluquín y comprarle al perro una pomada para su trasero ¡Y AMBOS DEBERÁN
DISCULPARSE! ¡CASO CERRADO!
El
jurado, el alcalde, la abuelita, el abogado acusador, la señorita Shin-Shin
Jua-netes, los guardias y la familia entera de Haro Wu Lo-Kuaz estaban
aplaudiendo la solución del juez y vitoreando a Haro que se había convertido en
todo un abogado, y lo mejor de todo era que su familia estaba feliz y orgullosa
de él, porque después de todo ¿quién dice que no puede haber un ninja en la
corte?
Suscribirse a:
Entradas (Atom)