EL REGALO DEL MAR
Autor: Elizabeth Segoviano
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En medio del mar mediterráneo existe una pequeña isla llamada Agios Georgios, en donde cada tarde se pueden escuchar los cánticos de los viejos marineros y pescadores que regresan a sus casas. En una de ésas casitas de tejas rojas y paredes blancas marcadas por la brisa marina, vive un viejo pescador llamado Andraki, junto con su nietecita Lena; ambos salen muy temprano cada mañana a pescar y cuando logran hacerlo en abundancia venden su preciado cargamento en los mercados de las islas cercanas, y celebran tomando té y pastelitos en un café a la orilla del mar; mientras contemplan como el cielo lentamente se tiñe de Índigo y despiertan poco a poco las soñolientas estrellas que cada noche deben guiar a casa a marineros, pescadores y exploradores por igual.
Ocurrió pues, que un día los peces comenzaron a escasear y una mañana unos golpes se dejaron escuchar en la puerta del viejo Andraki PUM, PUM PUM –se escuchaba– .
- Voy, ya voy –decía el viejo– ya voy, calma que va a tirar la puerta.
- ¡Abra en este mismo instante o tiro la casa señor Andraki! –era la voz del señor Malastrakus, el banquero del pueblo, que era bien conocido por su corpulenta figura, terrible carácter, y que, de no ser porque siempre usaba traje y corbata, cualquiera hubiera pensado que era un toro de lidia– .
- ¡Ah, buenos días señor Malastrakus! –dijo Andraki–
- ¡buenos nada! ¡vine a exigirle mi dinero! ¡ya se ha retrasado varias semanas en sus pagos!
- Lo sé señor Malastrakus ... verá, lo que sucede es que la pesca ha estado muy escasa, pero si me da un par de semanas más yo sé que podré darle un pago.
- ¡Un pago! –gruñó el banquero– ¡pero si ya me debe dos! ¡ya no puedo esperar más! ¡o me da mi dinero este fin de semana señor Andraki o mejor va sacando sus cachivaches porque le quitaré la casa y el bote!
- Pero ... pero –titubeó el viejo–
- ¡Nada! –gritó Malastrakus– ¡o me paga, o lo pongo de patitas en la calle! ¡tiene hasta este fin de semana señor Andraki! ¡hasta este fin de semana!
Desde otra habitación, la pequeña Lena escuchaba todo lo que sucedía y se hechó a llorar, pero en aquel momento saltó a su cama un hermoso gatito atigrado que comenzó a ronronearle.
¡Lambis, que bueno que viniste a verme! –decía la niña – porque estoy muy triste.
Lambis visitaba constantemente la casa del viejo Andraki pues se había hecho amigo de Lena desde el día en que ella lo había salvado de ahogarse en la playa una noche de tormenta, a Lambis le encanta escuchar los cuentos de los pescadores y disfruta como nadie tomando el sol en el muelle mientras la brisa juega con sus desalineados bigotes; también adora el sonido que hace sobre el piso el brillante tazón de cerámica que Lena dispuso para servirle leche o sopa de champiñones que le encanta tomar especialmente en días nublados; Lambis es el mejor amigo de Lena, y por eso ella le contó lo sucedido aquella mañana.
Después de que el gato escuchó la terrible historia de sus amigos deseaba ayudarlos, así que se fue al muelle y esperó a que los pescadores levantaran sus redes y anclaran sus botes, y, cuando todo quedó en calma, el pequeño Lambis subió a una de las lanchas y comenzó a cantar así :brisa marinera, brisa de niebla y sal escucha a las vanidosas nubes que quieren la belleza de la madre luna opacar, llévalas contigo a otros cielos a danzar y deja que mi luna tome en sus brazos al mar para que un tierno beso ella le pueda dar.
En segundos, una docena de peces salió a la superficie diciendo: ¿quién canta esa hermosa canción? ¿quién sabe ésas palabras secretas que nos llaman a la superficie?
- Fui yo –dijo Lambis–
- ¡Oh pero tú eres un gato! –exclamaron al unísono los peces– ¡tú lo que quieres es comernos!
- ¡No, no! yo lo que quiero es su ayuda
- ¿Ayuda para qué? –preguntaron ansiosos los peces–
- Para mis amigos, necesito saber porqué es tan escasa la pesca.
- Lo que sucede gato –comenzó a explicar un pequeño tiburón– es que estas aguas ya no son tranquilas para tener nuestros bebés, ahora debemos mares muy lejanos, y no habrá peces hasta el otoño.
- ¡Eso no puede ser! –exclamaba el gato, y entonces comenzó a contarles la historia del viejo Andraki y cómo perderían su casa si no reunían el dinero de Malastrakus; cuando terminó de contarles el triste relato ya se habían reunido en la superficie cientos de criaturas marinas, desde pequeños pececillos multicolores hasta enormes calamares y diminutos crustáceos que escuchaban atentos cada palabra que salía de la boca del gato; todas aquellas criaturas se habían conmovido mucho al escuchar la historia, y se sorprendieron aún más al darse cuenta de que el gatito estaba llorando– .
- Mira gato –dijo el tiburón– si prometes venir cada noche a cantar como lo hiciste hoy, te daremos a cambio unas cuantas de las más finas perlas nunca antes vistas, pero si vuelves pasado mañana, antes del amanecer y entonas la canción favorita del mar, tendrás un inmenso tesoro.
- ¿Eso es todo? –dijo Lambis– ¡está bien, trato hecho!
- Muy bien, ahora vete y procura regresar antes del amanecer.
Lambis regresó al muelle y se puso a recorrer las antiguas callejuelas del lugar, entrando en tabernas y escuchando cada relato, cada canción que cantaban los marineros y pescadores; pero nada, no había nada acerca de la canción favorita del mar.
Ya entrada la mañana se dirigía a la casa del viejo Andraki; cuando de repente escuchó un estruendo en un callejón detrás del mercado.
- Disculpa –decía el gatito– ¿puedo ayudarle? –entre enormes botes metálicos de basura y cajas de cartón se encontraba un gran gato blanco–
- ¿Eh? –murmuraba el gran gato– ¿quién anda ahí?
- Mi nombre es Lambis señor, ¿necesita ayuda?
- ¡Oh bueno! –gritaba el gato– debes hablar más fuerte, soy un poco sordo, mi nombre es Polonius ... oh ... no ... espera ... ése es el nombre de mi amo, yo me llamo Cúmulo ... ya que estás aquí ¿te importaría ayudarme a buscar comida? Mi amo es ciego y yo soy todo lo que tiene.
- No te preocupes Cúmulo, yo tengo un buen amigo en el mercado y estoy seguro de que nos dará un par de jugosos filetes, acompáñame y lo verás.
Los dos gatos entraron al mercado y se detuvieron frente al puesto más grande y vistoso, e instantáneamente el joven que atendía el lugar levantó a Lambis diciendo: ¡ah gatito aventurero! ¿dónde te habías metido? Yo pensaba que tal ves te habías embarcado en alguno de los buques y que estarías ya surcando los siete mares ,me da gusto que vengas a visitarme ¡oh veo que tienes un nuevo amigo! Hmmm déjame adivinar, quieren algo rico de comer ¿no? pues han venido al lugar correcto anda, escoge lo que desees y no olvides venir a verme pronto minino.
Lambis agradeció al joven lamiendo su mejilla con su rasposa lengua y saltó para escoger un par de enorme filetes de ternera, queso, pan y miel.
- Si hay algo que mi amo y yo podamos hacer por ti Lambis –decía Cúmulo– no dudes en pedirlo.
- De hecho –interrumpió Lambis– tal vez pueda ayudarme, necesito saber cual es la canción favorita del mar.
- Entonces debes venir conmigo; mi amo, el gran Polonius fue un afamado marinero que recorrió por mar todo el mundo, y sabe cientos de canciones y leyendas, si alguien conoce esa canción es él, puedes creerme, además mi amo en uno de sus tantos viajes por tierras exóticas, recibió un regalo de un antiguo jefe de una tribu, es un amuleto con el que puede entender a los animales, así que no hay duda de que él te comprenderá –ambos gatos recorrieron un par de calles hasta llegar a una casita muy humilde– .
- Aquí es –decía Cúmulo mientras comenzaba a maullar– ¡amo, amo! ¡ya llegué y traje muchas cosas! –cerca de la ventana se encontraba el gran Polonius escuchando las olas del mar–
- ¡Oh! Mi buen Cúmulo, que bueno que estás en casa, pero dime ¿cómo conseguiste toda la comida?
- Verá amo, me la dio Lambis, es mi nuevo amigo.
- ¡Ah bendito seas gatito! ¡que los dioses te colmen de dicha! Te ruego nos acompañes.
- Amo –interrumpió Cúmulo– debemos ayudar a Lambis, él necesita saber cual es la canción favorita del mar.
- ¿Es cierto eso Lambis?
- Así es señor –y el gato contó su larga historia a Polonius, y él le habló de cientos de miles de canciones pero nunca había escuchado de la canción favorita del mar; así que pasaron toda la noche recordando y cantando canciones sin éxito alguno, hasta que un par de horas antes del amanecer Lambis tuvo una idea; le pidió a Cúmulo y al gran Polonius que fueran a buscar al viejo Andraki y a Lena y que los llevaran al muelle. Los nuevos amigos aún sin comprender el plan obedecieron– .
Mientras tanto Lambis corrió a la playa subió al faro y comenzó a entonar esta canción “estrella del norte comienza a brillar, llama a los ángeles que detrás tuyo están ,ángeles boreales por hoy, sólo por hoy regaladme el polvo que cae de sus alas, hagan que el agua sea el espejo de la noche y que de sus mil bendiciones mis amigos sean coronados”.
En aquel momento comenzó a caer una llovizna ligera y con ella miles de centellas cayeron suaves en el agua, entonces Lambis bajó al muelle donde ya lo esperaban sus amigos y todos subieron a un bote haciéndose a la mar, de repente, miles de peces se dejaron ver y el pequeño tiburón le preguntó a Lambis si ya tenía la canción, entonces los amigos se miraron entre sí y cada cual comenzó a cantar una frase de esta manera “sólo éramos cinco espíritus solitarios, cinco corazones incompletos, cinco vidas a la deriva, pero el cielo quiso que a través del mar nos uniéramos y completáramos un destino por las místicas estrellas ya escrito; ahora sabemos que juntos somos cinco almas gemelas, cinco amigos contra cualquier cosa que nos niegue lo que somos, ahora convertidos en una sólida roca en la cual se rompen las olas del mar; regalo más grande no puede haber que el sabernos juntos hasta el fin de los tiempos “.
- Sé que no es la canción que nos pedían –explicó Lambis– pero se las hemos ofrecido desde lo más profundo de nuestros corazones.
- No te preocupes gato –decía el tiburón– no sólo han interpretado una hermosa canción, además nos has regalado todas estas centellas que yacen en el agua; las cuales guardaremos como nuestro más preciado tesoro; ahora, aquí tienen su recompensa.
Entonces una gigantesca ostra emergió de entre las aguas y el tiburón dijo: súbanla a su bote les hemos prometido un gran tesoro y aquí está, ahora vayan a casa y no olviden venir a cantarnos algo de vez en cuando.
Los amigos llevaron su ostra a la playa y al abrirla descubrieron la más hermosa, gigante, perfecta y resplandeciente perla que hubieran visto, la sacaron y para su sorpresa, debajo de la inmensa perla había un viejo cofre dentro del cual hallaron otro inmenso tesoro con el que el viejo Andraki saldó su deuda con el señor Malastrakus y después compraron una enorme casa en la parte mas hermosa de la playa donde ahora viven juntos Lambis, Lena, el viejo Andraki, Cúmulo y el gran Polonius y cada atardecer se les puede observar adentrarse en las suaves olas para contarle cuentos y canciones a sus amigos del mar.