Autor : Elizabeth Segoviano
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Esta es la historia de un duendecito llamado Jim, que a pesar de ser amable, alegre y juguetón, se fue quedando sin amigos ¡vamos, ni si quiera lo quería mirar el sol, y es que a Jim le encantaba hacer promesas por doquier; daba su palabra por acá, por allá, por ahí y también por aquí.
ocurrió un día que iba a haber una gran fiesta en el bosque para celebrar el cumpleaños de los grandes robles ¡cumplìan trescientos añitos nadamás! Y el bosque entero, con todas sus criaturas (las mágicas y las que no lo son) se estaban organizando para el gran festejo. Y entre tanto barullo sobresalió la voz de Jim, que de inmediato se puso a prometer que llegaría primero que todos para adornar el bosque entero, y que también hornearía el pastel, prometió además que luego de la fiesta él iba a limpiar todo y lavar los trastos, incluso le prometió a todas las duendecitas que bailaría con ellas al menos una vez.
Habiendo dicho éso los habitantes del bosque quedaron sorprendidos, y tomando la palabra del duende quedaron muy seguros que la fiesta sería grandiosa y de lo más divertida.
pues llegó por fín el tan esperado día del evento; pero cuando fueron llegando todos los invitados se desilusionaron enormemente, porque el bosque se veía como siempre se ve, no había guirnaldas de flores ni faroles de colores, no había serpetninas ni mantelitos, no había ni una sola decoración, todo estaba en silencio total. Y los distinguidos festejados se veían con sus hojitas tristes , pues de verdad esperaban una gran fiesta para celebra que habían sido ellos los fundadores de aquellos bosques; así que de inmediato todos los demás, desde pequeñas hadas, luciérnagas y hadas hasta los trolls y las ardillas comenzaron a trabajar a toda prisa para decorar el lugar.
Pero luego notaron que ni siquiera tenían un pastel de cumpleaños para festejar, y todos sabemos que un cumpleaños sin pastel con velitas encima es muy triste, porque se supone que uno puede pedir un deseo que se hará realidad, y sin pastel y sin velitas los grandes robles no podían pedir su deseo, así que sus hojitas se pusieron todavía más tristes.
Pues así tristes estaban todos, porque hornear un pastel tan grande no era cosa fácil ni rápida y tardarían toda la tarde, y cuando llegaron las duendecitas, con sus vestidos de pétalos fragantes notaron que no hab´ñia fiesta, ni música, que todos estaban trsites y molestos y sobre toido notaron que el duendecito Jim no aparecía por ningún lado, y las duendecitas que estaban todas ilusionadas por bailar con él también se sintieron enojadas, y al ver éso, los grandes robles no pudieron más y se soltaron a llorar porque la fiesta no era alegre ni divertida y todos tenían las caritas fruncidas, y algoi muy dentro del bosque comenzó a temblar, comenzó a resquebrajarse, sonaba como unmontón de galletas rompiéndose a la mitad ... y en efecto, algo se había roto por la mitad ... ¡ERA EL CORAZÓN DEL BOSQUE! ...
Al escuchar aquel estruendo Jim despertó de la siesta que estaba tomando en lo profundo de los pétalos de un dulce tulipán, y salió corriendo a ver que ocurría, y cuando llegó al bosque notó que todos los árboles estaban partidos por la mitad, que todas las hadas, duendes, los trolls, las aves y todos los demás estaban tristes, enojados y nadie quería hablar con él.
¡PERDÓN, PERDÓN! -gritaba Jim- pero ya nadie lo quería oir, el corazón del bosque estaba roto, y también el corazón de sus amigos, porque Jim les había prometido muchas cosas y ninguna la había cumplido, y es que Jim no entendía que al hacer una promesa no sólo se dicen palabras, en una promesa se entrega la confianza de quien la hace y de quien la cree, en una promesa se entrega el alma, se da la amistad y el cariño, con una promesa uno dice "te quiero", "me importas", en una promesa se da también el honor, se entrega nuestra palabra ¡una promesa es una promesa! ¡no es cualquier cosa! ¡no es una baratija! Una promesa no es algo que se puede hechar a la basura, el duendecito Jim no entendía que una promesa que no se cumple abre una herida, una promesa vacía va rompiendo el corazón de a poquito y lo deja un poco desilucionado, vacío y dolorido.
Pero al ver todo lo que había causado, el duende Jim sacó de su sombrero un trébol de cuatro hojas, lo frotó en sus manos y brotó un arcoiris que remendó el corazón del bosque y lo llenó de color y al final de aquel mágico arcoiris no había una olla con monedas de oro, si no un enorme pastel de cumpleaños con trescientas velitas encendidas para que los grandes robles pudieran pedir su deseo, y con el arcoiris llegaron las musas que de inmediato comenzaron a tocar hermosas melodías y trajeron de vuelta la sonrisa a todoas las criaturas del bosque y tuvieron la fiesta que tanto querían, porque Jim el duende, lo había prometido, y también prometió no volver a romper otra promesa nunca más, pues ahora sabía lo que significaban en verdad .
Y así pasaron toda la noche festejando y bailando todos mientras que Jim se arremagaba la camisa ¡pues tenía muchos platos que lavar!