Queridos lectores ... y si son mis lectores son soñadores, entonces corrijo ...
lunes, 5 de diciembre de 2011
¡HASTA EL PRÓXIMO AÑO!
Queridos lectores ... y si son mis lectores son soñadores, entonces corrijo ...
ESTA NAVIDAD
Autora: Elizabeth Segoviano TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS SEP-INDAUTOR bajo el registro público 032011101711562800-14
ESTA NAVIDAD
Esta Navidad no quiero caros regalos ni viajes largos
Sólo denme una noche tranquila y suaves melodías
Con sueños de cálidos colores iguales a las luces del pino que en esta época iluminan todos los corazones.
Esta Navidad quiero que me den envuelta con un gran moño dorado una mañana clara y bien fría para recibir con más gusto los abrazos de mis amigos y familia.
Esta Navidad denme un hermoso muérdago que pueda colgar sobre la puerta para que todo el que llame a ella me regale un besito esquimal.
Esta Navidad deseo que haya mucho viento, así los renos de Santa Claus podrán volar por cielos claros, azules y abiertos.
Esta Navidad quiero velas rojas para que al encenderlas pueda pedir un año más de compartir sonrisas, sueños y alegría.
Pedir por otra noche buena y otra Navidad en el calor de mi hogar, en compañía de quienes me quieren de verdad.
Esta Navidad ansío villancicos y el repique de campanas anunciando que por fin ha llegado la Navidad con paz para las personas de buena voluntad ...
Y quizá, si no es mucho pedir, un rojo calcetín con chocolates, turrones, un bastón de caramelo y un osito de peluche tierno.
domingo, 4 de diciembre de 2011
DESPUÉS DE TODO ¡ES NAVIDAD!
Autora: Elizabeth Segoviano
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS SEP-INDAUTOR bajo el registro público 032011101711562800-14
DESPUES DE TODO ¡ES NAVIDAD!
La casa había estado vacía y silenciosa largas horas, por lo que, Baguette; el cachorrito de la familia, se encontraba profundamente dormido enroscado en su sillón favorito, a ratos roncando a ratos lanzando gruñiditos; cuando, de repente, el ruido en la cerradura lo despertó de su profundo sueño haciéndolo caer de cabeza, quedando momentáneamente aturdido.
- ¡Mira qué lindo pino hemos traído Baguette! –dijo Beca, la pequeña que lo había recogido de las calles una lluviosa tarde de otoño-
El cachorrito se sacudió y corrió a todo lo que le daban sus cuatro patitas para inspeccionar meticulosamente el inmenso árbol que la familia logró meter por la puerta con tanto esfuerzo.
Las suaves y fragantes ramitas le hacían cosquillas, pero aún así el perrito trató de mordisquearlas; por lo que Beca de inmediato le reprendió diciendo: ”¡Baguette malo! ¡el árbol de Navidad no se muerde, ni se maltrata!”
El animalito jamás había escuchado aquella palabra “Navidad” ¿qué quería decir? No lo sabía, pero sonaba linda, era una palabra dulce y tierna, una palabra que se le queda a uno en la boca como un caramelo, o como un poema … Navidad … sonaba a magia y alegría … ¿pero qué era Navidad? …
Entonces el perrito notó que toda la familia corrió escaleras arriba y claro, él, intrigado, los siguió.
La abuela Beba abrió el enorme baúl que descansaba a los pies de su cama y de ahí sacó una gran estrella de cristal cuidadosamente envuelta en un suave paño.
Bruno, el hermano mayor, sacó del ático varias cajitas que contenían coloridas esferas, algunas rociadas con brillante escarcha, otras decoradas con flores de nochebuena y algunas otras con un pequeño listón que completaba su belleza.
Beca y Varun, su padre, traían en brazos cientos de coloridos foquitos que comenzaron a enredar alrededor del árbol al tiempo que Brida, la mamá. horneaba decenas de galletitas con forma de muñecos de nieve, pinos, estrellas y hombrecitos de jengibre.
La casa entera que momentos atrás estaba tan callada, ahora resonaba con risas y bromas mientras la fragancia del pino se mezclaba con la de la vainilla y azúcar que salía del horno, y el viento invernal golpeaba rítmicamente las ventanas como queriendo entrar y avivar el calor de la chimenea.
En un par de horas el árbol había quedado hermosamente vestido, y, coronando su belleza se encontraba la estrella de la abuelita que Beca había colocado cariñosamente mientras su padre la alzaba en hombros, acto seguido, cada miembro de la familia puso bajo las ramas los regalos que habían comprado, incluso había una cajita que decía: “para nuestro Baguette con mucho cariño”.
Al ver eso, el cachorro quiso abrir la cajita, pero Beca lo tomó en sus brazos y haciéndole cosquillas en la barriga dijo: “no cachorrito, los regalos se abren hasta mañana, cuando sea Navidad”.
¡Otra vez aquella palabra! ¿porqué era especial? ¿qué quería decir? ¿Acaso significaba regalos, galletas y fragancias dulces? ¿significaba adornos coloridos y platillos especiales en la mesa? ¿Navidad era foquitos brillantes por doquier y canciones alegres? … Baguette no lo comprendía, y hubiera dado cualquier cosa porque la niña pudiera entender sus ladriditos y gruñidos que no eran otra cosa que sus ansiosas preguntas.
Aquella noche la familia se reunió en torno de la mesa que había sido vestida elegantemente con un largo mantel tan rojo como las cerezas que adornaban los fragantes postres, y velas altas y largas alumbraban cálidamente las copas en las cuales descansaba la burbujeante sidra.
- Gracias –decía papá Varun– por esta hermosa velada, por mi adorable esposa y mis hijos y por la abuelita.
- Gracias –dijo mamá Brida– por otro año juntos, por el amor de mi familia … y … gracias porque esta vez no se me quemó el pavo.
- Gracias –comenzó Bruno, el hermano– por mi hermanita que siempre me hace reír, por mi familia y por nuestros sueños.
- Gracias –dijo conmovida la abuela Beba– por ser tan afortunada en compartir otra Navidad con mis seres queridos.
- Gracias –decía emocionada la pequeña Beca– por todo eso, por mi hermoso árbol, por las galletas de mamá, gracias por la Navidad ¡y gracias por Baguette! ¿Y tú Baguette? –interrogó la niña mirando al perrito– ¿por qué vas a dar gracias?
Pero el cachorro no podía poner atención a ninguna otra cosa que no fuera el enorme pavo que descansaba en el centro de la mesa y que provocaba que se le hiciera agua la boca.
- ¿Papá? –decía la niña- ¿podemos …?
- ¿darle un trozo de pavo al cachorro? … pero … ¡claro, después de todo es Navidad!
Así que la pequeña le sirvió a Baguette un gran trozo de pavo en su platito y todos cenaron y platicaron muy contentos hasta el filo de la medianoche cuando se retiraron a dormir, no sin que antes Beca dejara en una charola un montoncito de galletas y un vaso con leche cerca del árbol; por lo que el perrito de inmediato corrió hacia ellas siendo detenido en el acto por Bruno, que le dijo: “no Baguette, estas galletas no son para ti, son para papá Noel, para que coma algo cuando venga a visitarnos” y se llevó al cachorrito escaleras arriba depositándolo suavemente en su cama.
Luego de intentar por largo rato conciliar el sueño; Baguette decidió salir de la cama y dando sigilosos saltitos bajó las escaleras; toda la habitación se veía suavemente iluminada por las hipnotizantes luces del árbol … ¡qué alto y que grande era! ¿y qué lindo se veía! Baguette se quedó mirando extasiado el pino y por fín se acercó y notó su reflejo en una de las esferas, se veía gracioso, y quiso morderla igual que mordía su pelota, pero entonces algo inesperado ocurrió ¡Baguette se hizo pequeñito! ¡más pequeño que la esfera! ¡y al tocarla con su húmeda nariz se metió dentro de ella! el cachorrito sintió que caía y caía pero al cabo de unos segundos aterrizó en algo enorme y muy suave … y rojo.
- Jo jo jo –se escuchaba– ¡por mis rizadas barbas! ¿quién eres tú amiguito? ¿y porqué has caído sobre mi barriga? –aquel personaje de blancas barbas y traje rojo no era otro que el mismísimo papá Noel–
- Me llamo Baguette –ladró el perrito–
- ¿Baguette? –dijo intrigado papá Noel– ¿y qué haces aquí hoy? ¿no sabes que es Navidad y es la noche más ocupada de todas para mí? Hoy no hay tiempo para atender visitantes.
- ¿Acaso tú me entiendes?
- ¡Jo jo jo pero claro que te entiendo! ¡yo soy papá Noel y entiendo el lenguaje de los animalitos, los insectos, los humanos y hasta las plantas! ¡jo jo jo! Pero ahora debes regresar a casa cachorro.
Entonces papá Noel sacó una campanita dorada de su bolsillo y la hizo repicar tres veces, y como acto de magia apareció Bombón, uno de sus duendecillos ayudantes.
- Bombón hazme el favor de llevar a este perrito de regreso a su casa.
- ¡En el acto!
- ¡No! –ladraba con toda su fuerza Baguette– mientras corría como loco de arriba a abajo, de izquierda a derecha y en círculos hasta que se mareó y chocó contra el inmenso pino que adornaba el pueblecito de papá Noel haciendo que con el golpe se cayera la brillante estrella que alumbraba la punta y quebrándose en mil pedacitos-
- ¡Cosa más rara! –decía Bombón– ¡jamás en mi vida había visto un cachorro tan travieso!
- ¡Jo jo jo! ¡ahora recuerdo! Tú eres el cachorrito que recogió Beca y si la memoria no me falla te comiste sus libros del colegio, dejaste sin calcetines a toda la familia, mordisqueaste el bastón de la abuela, no te dejas bañar, le ladras hasta a las hormigas, te robaste una galleta de la mesa cuando nadie te veía y … ¡haces muy feliz a toda tu familia! ¡jo jo jo!
- Lo siento –decía el perrito– no es mi intención ser así … Beca dice que no soy travieso, que sólo soy demasiado entusiasta … simplemente no lo puedo evitar, lamento haber roto tu estrella, pero si me acompañas a mi casa quizá la abuela tenga otra para ti en su baúl.
- ¡Jo jo jo! La estrella no me preocupa pequeño, Bombón lo arreglará en un santiamén … pero ¿porqué no quieres ir a casa?
- Bueno … ya que estoy aquí quisiera que me respondieras algo muy importante primero.
- ¡No, no, no! –refunfuñó Bombón mientras subía una larga escalera con otra estrella en las manitas– ¡papá Noel no puede responder preguntas hoy! ¿qué no sabes que mañana es Navidad?
- ¡Eso! Yo no sé qué es Navidad.
- ¡Jo jo jo! No seas gruñón Bombón, siempre hay tiempo para responder ésa pregunta, después de todo ¡es Navidad jo jo jo! Verás pequeño –comenzó papá Noel mientras decenas de duendecitos acomodaban inmensas cantidades de regalos en su trineo y otros tantos alistaban a los enormes renos– hace muchos, muchos, muchos años, en una fría noche invernal una mujer dio a luz a un hermoso bebé en un humilde pesebre; aquel bebé era sumamente especial, era el niño Dios, aquel que vino a alumbrarnos con su amor y a darnos a todos y cada uno de nosotros una nueva oportunidad de vivir en paz y armonía, y cada año desde entonces lo recordamos en esta fecha, Navidad, que quiere decir nacimiento, y así celebramos el nacimiento del niño Dios con suma alegría, regalos y en la compañía de nuestros seres queridos.
Después de escuchar aquella historia Baguette se puso triste, bajó sus orejitas y desenroscó su colita mientras suspiraba hondamente.
- ¿Y ahora que te pasa? –decía intrigado papá Noel–
- Es que –sollozaba Baguette–mi familia ha sido muy buena conmigo, aunque soy travieso, hasta me compraron un regalo … y yo… yo no tengo nada que darles.
- ¡Jo jo jo! Pero la Navidad no se trata de regalos y fiestas, ni canciones y dulces, además el mejor regalo que puedes darles es tu cariño, yo he visto como acompañas a la abuela cuando está enferma en cama y como te preocupas cuando ya es muy tarde y papá Varun aún no llega de trabajar y como recibes con tanta alegría a Beca y Bruno cuando llegan del colegio, y como los haces reír e incluso ayudas a mamá Brida a hacer hoyos en el jardín para que plante ésas rosas que tanto le gustan. El mejor regalo de todos Baguette, no se puede comprar, el cariño es más valioso que cualquier otra cosa, ahora sube a mi trineo para llevarte a casa, con tu familia, donde perteneces.
Y, así, papá Noel y Baguette se enfilaron hacia el cielo y cuando llegaron a su casa papá Noel dejó al cachorro y regalos para todos, incluso uno de parte de Baguette.
- ¿ Y qué regalo es ése papá Noel?
- ¡Jo jo jo! Uno muy importante perrito ¡calcetines nuevos para todos! ¡jo jo jo! Ahora regresa a tu camita.
- ¡Pero papá Noel! ¡Se te olvidan tus galletas!
- ¡Jo jo jo es cierto! –mientras papá Noel bebía la leche, Baguette miraba el plato de galletas con suma atención–
- ¿Me das una?
- ¡Jo jo jo! Porqué no, después de todo ¡es Navidad! ¡jo jo jo!
Cuando terminaron de comer, papá Noel subió a su trineo diciendo :”¡feliz Navidad! ¡y paz en la tierra a los hombres … y cachorros de buena voluntad! ¡jo jo jo! ¡feliz Navidad!
A la mañana siguiente, cuando la familia bajó para abrir sus regalos notaron a Baguette profundamente dormido bajo el árbol al lado de una esfera rota, trocitos de galletas y una caja llena de calcetines … ¡sin mordisquear!
- ¿Y ésos calcetines?-preguntaba papá Varun-
- ¡Seguro es el regalo de Baguette! –dijeron todos–mientras abrazaban a su cachorro travieso y él los llenaba de húmedos y escurridizos besos.
sábado, 3 de diciembre de 2011
LOS RENOS ESTABAN CANSADOS
LOS RENOS ESTABAN CANSADOS
Autora: Elizabeth Segoviano
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS SEP-INDAUTOR bajo el registro público 032011101711562800-14
Había sucedido un invierno brillante y frío en el pueblecito de Santa Claus, la noche justo antes de Navidad.
Cuando todo era paz y tranquilidad …
Cosa un tanto extraña pues otros años todo eran prisas, carreras y mucha actividad.
Pero aquella vez los duendecillos, la señora Claus y su marido habían redoblado esfuerzos para salir airosos sin apuros ni sollozos.
Sentados a la mesa cubierta por deliciosos platillos, todos los duendecillos platicaban, reían y compartían.
Del comedor de la casita salían dulces voces interpretando villancicos, y besitos esquimales eran repartidos bajo un fresco muérdago que colgaba a la mitad de la sala de estar.
Y también había muchos abrazos, sonrisas, y buenos deseos por regalar.
Todo era alegría, camaradería y cordialidad …
Fue entonces cuando al terminar la cena, los duendecillos decidieron salir a caminar.
Deslizándose por la nieve con sus lindas botitas rojas, los duendecillos dibujaban sobre el hielo hermosas coronas con muchas nochebuenas, piñas de pino y hermosos moños, y más allá esculpían arbolitos adornados por enormes estrellas de siete picos cada una de ellas.
También poblaron el horizonte con una larga fila de muñecos de nieve bien alineados, vistiendo sus bufandas, sombreros y guantes para verse bien elegantes.
Luego vino la inevitable batalla con bolas de nieve, todos corrían gritando y riendo mientras buscaban el mejor escondite para planear su desquite .
Luego de un rato, y ya todos con las naricitas bien enrojecidas por el frío se apresuraban a atravesar el congelado río para llegar a sus casitas y meterse rápido en sus camitas.
Pero sucedió que uno de los duendecillos, el más pequeño, curioso y travieso, se asomó a los establos donde aguardaban impacientes los nueve retozones renos que habrían de jalar el gran trineo …
Ahí estaban Acróbata, Bailarín, Bromista, Relámpago, Alegre, Trueno, Cupido, Cometa, y a la cabeza, iluminando con su roja nariz, se encontraba Rodolfo, ansioso de escuchar la voz de Santa para comenzar a volar y repartir felicidad.
Así el pequeño duendecillo, viendo cuan emocionados estaban los mágico renos y revisando su reloj … ¡se le ocurrió que había tiempo para un juego navideño de fútbol!
Los demás duendecillos, curiosos, juguetones y distraídos vitorearon la descabellada idea que en aquel momento parecía genial, y uno a uno sacaron a los renos a jugar con un improvisado balón hecho con un calcetín, un gorro, una bufanda y un poco de nieve endurecida y abrillantada.
¡Renos y duendecillos tomaron su posición y el gran juego comenzó!
Corriendo por aquí y por allá, sobrevolando el campo y haciendo la nieve saltar las horas pasaron volando, jugaron el tiempo reglamentario, los tiempos extras ¡y hasta los tiros penales! Estaban tan divertidos que ni siquiera escucharon el reloj repiquetear.
Al cabo de varias horas, duendecillos y renos se encontraban agotados recostados tratando de recuperar el aliento, pues había sido tanta la diversión que ahora necesitaban de un sueño reparador.
Fue entonces cuando llegó a toda prisa Santa Claus apresurando a todos pues la hora había llegado de emprender el largo viaje para entregar los ansiados regalos.
Pero enorme fue su sorpresa al ver a todo mundo completamente exhausto, lánguido y sin fuerza para levantar siquiera una ceja.
Entonces Santa Claus se puso triste al ver que los renos estaban demasiado cansados para llevar a cabo el portentoso mandato, y Santa, triste y cabizbajo se sentó a pensar como podría explicar tal fatalidad.
Pues ni con una taza de caliente chocolate, dulces zanahorias, suave alfalfa ni muchos mimos los renos recobraban sus bríos.
Fue entonces que al ver lo acontecido, de los bosques cercanos al mágico pueblecito, salieron cientos, miles de brillantes luciérnagas, todas felices ofreciendo su ayuda al ver que los traviesos renos no daban una.
Gracias miles, decía Santa Claus, pero ustedes son muy pequeñitas y el trineo tiene un peso atroz, el viaje es muy largo, los caminos no son cosa fácil y la noche avanza más rápido que yo.
Pequeñitas podremos ser, decían tiernamente las luciérnagas, ¡pero nuestra fuerza es de temer! Somos miles, somos millones, somos tantas como todas las estrellas ¡mucha magia corre en nuestras venas! y sabremos guiar el trineo por altas montañas, valles, ciudades y desiertos.
Porque hoy es víspera de Navidad, y no hay milagro que no pueda pasar.
Al escuchar aquellas palabras, Santa Claus enjugó sus lágrimas, y muy
sonriente guió a las incontables filas de luciérnagas a tomar cada una su lugar, y así, en formación dibujaron la silueta de los nueve renos traviesos y emprendieron el largo vuelo para regalar felicidad.Y desde abajo los duendecillos y renos aún cansados prometieron a la señora Claus no volver a jugar … ¡POR LO MENOS NO EN LA VÍSPERA DE NAVIDAD!