lunes, 25 de abril de 2016

BORREGUITO COMELÓN


                   Para tres borreguitas que inspiraron esta historia


Cuando el viento está aburrido se pone a hacer travesuras, tira la ropa de los tendederos, hace un lío las cabelleras, enreda bufandas, nos mete basuritas en los ojos, e insectos viscosos en la boca, tumba sombreros, persigue a los pajaritos pegándoles sustos como si fuera un fantasma, levanta polvaredas, arranca hojarasca, … ¡y a veces hasta levanta las faldas de las señoritas! Es todo un pillo el viento cuando está aburrido, pero a veces hace cosas bonitas, cosas que no molestan a nadie, a veces toma las nubes y se pone a dibujar fantásticas criaturas.
Pues así, algo aburrido estaba el viento cuando se puso a dibujar con un montoncito de cirros bien blancos y tiernos, un borreguito suave, pachoncito, rechonchito y simpaticón.
Lo que el viento no había notado, era que su gran amigo el mago del otoño, que al igual que él era un gran bromista, andaba rondando, espiando, chismoseando, escurriéndose por allá y acullá, y con un simple toque de su mágico pincel, le dio vida al borreguito pachoncito, rechonchito y simpaticón.
Cuando el borreguito despertó se sentía muy curioso y juguetón y se puso a darle topetones a las nubes y a balarle a las aves, le lanzaba mordisquitos al viento y también al mago del otoño que estaba partiéndose de la risa al ver que el borreguito pachoncito, rechonchito y simpaticón era aún más tremendo que el mismísimo viento.
Pero luego de varias horas de jugar, mordisquear, balar, topetear y corretear, el borreguito notó que en su barriguita había un gran hueco del cual salían gruñidos … ¡el borreguito tenía mucha hambre!  Y como un borreguito hecho de nubes no podía comer hierba, se puso a comer niebla, hasta que apareció la luna, entonces el borreguito se encaramó en la luna y se puso a darle tremendas lengüeteadas, como si fuera una paleta, y como le gustó el sabor fresco de la luna pensó el borreguito que las estrellas serían igual de sabrosas y se puso a engullir una estrella tras otra, hasta que empezaron a desaparecer lentamente las constelaciones.
Y el borreguito pachoncito, rechonchito y simpaticón ya estaba relamiéndose, viendo el festín que le esperaba cuando saboreara la vía láctea.
El mago del otoño y el viento, que habían observado estupefactos todo lo que había hecho su traviesa creación, se asustaron, se helaron, se alarmaron y se preocuparon.
Los dos amigos bromistas sabían que tenían que detener al borrego comelón así  que construyeron un corralito para que el animalito ya no siguiera engullendo estrellas y acto seguido tejieron una red de hojarasca de colores y ráfagas heladas.
Pues así se pasaron un buen rato el viento y el mago del otoño correteando al borreguito pachoncito, rechonchito y ya no tan simpaticón que a pesar de haber comido mucho era muy veloz.
Sin embargo tanto alboroto y rebambaramba había llamado la atención de Papá Dios, quien sin problema, ni dramas, ni teatros ni tonteras tomó en sus manos al borreguito comelón acariciándolo tiernamente y acunándolo en sus brazos como quien acuna un bebé, solo que el borreguito pachoncito, rechonchito y simpaticón no dejaba de rechupetear los dedos de Papá Dios, así que Dios se puso a rascarle la barriguita y el borreguito de a poquito se fue quedando tranquilito y se puso a roncar como un cerdito.
Con cada ronquidito salía de su hocico una estrella, así que al cabo de unos minutos las estrellas engullidas regresaron al firmamento sin rasguño alguno porque un borreguito hecho de nubes no podía destruir una estrella.
Sin embargo, como el borreguito de nubes si era muy lindo muy pachoncito, muy rechonchito y muy simpaticón, papá Dios decidió conservarlo para que corriera libre por entre las nubes, de hecho le gustó tanto que hizo más borreguitos que podemos ver allá en lo más alto del cielo cuando el mago del otoño se acerca con su amigo viento que viene frío, llegan los dos pastoreando los borreguitos pachoncitos, rechonchitos y simpaticones que adornan el cielo y hacen reír a papá Dios cuando los ve corriendo y dando topetones al viento y al mago del otoño.

Autor: Elizabeth Segoviano ©copyright 2016 TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

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