MARBLE QUIERE VOLAR
Autor: Elizabeth Segoviano TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
La pequeña Marble era una ratoncita muy
inquieta por naturaleza, siempre metiendo sus bigotitos por aquí, por allá, por
acullá y también más allá. Hacía preguntas todo el tiempo y ni todos los
libros, ni el sabio búho, ni sus papás podían saciar su inmensa curiosidad, por
lo que muchas pero muchas noches, Marble se la pasaba mirando pensativa la luna
y las estrellas preguntándose que habría allá arriba, si acaso existían los
extraterrestres, si las estrellas podrían hablar, qué había al otro lado de la
luna, cómo se sentirían las nubes, si de verdad eran esponjosas, porqué el
cielo era azul, porqué los atardeceres eran de tantos colores, como se vería una
nube de tormenta cara a cara, en dónde nacían los relámpagos o si el viento se
convertía en hielo por encima de las montañas, pero sobre todo Marble se
preguntaba si algún día ella podría surcar el cielo como lo hacían las aves.
Así que Marble, cansada de sólo imaginarse las
cosas, le pidió a su amigo el sabio búho que la llevara en sus espaldas a
recorrer el inmenso cielo azul, y su amigo, al ver esa carita de ratoncita tan
tierna, con su mirada brillante y bigotes graciosos, no pudo negarse, así que se
inclinó y dejó subir a sus espaldas a la pequeña, y así comenzaron el vuelo,
pero el viento era tan recio que Marble apenas podía sostenerse, sus bracitos
no aguantaban más y ... ¡¡¡puff!!! ...
¡se soltó y comenzó a caer cada vez más rápido como si fuera una roca! Cuando
su amigo el búho se dio cuenta de lo que pasaba se apresuró a recogerla, pero
Marble ya había sido interceptada por un imponente y hermoso cóndor que por
casualidad paseaba por ahí, tomó con suavidad a la ratoncita con sus garras y
la bajó con delicadeza sobre el césped.
- ¿Acaso
se te ha caído la cena amigo búho? –preguntaba el cóndor–
- No
es mi cena, es mi amiga.
- ¿Tu
amiga? ... bueno ... he visto cosas más raras. ¿estás bien ratona?
- S
... s... si ... –decía nerviosa Marble– gracias por salvarme.
- Deberían
tener más cuidado ... y dime, a todo esto ¿qué hacías sobre la espalda del
búho?
- Pues
... verá, yo quería saber que se siente volar.
- Jojojo
–se reía altivo el cóndor– los ratones no pueden volar ... y creo que ya lo
habrás notado... comer, roer, cavar agujeros ¡eso es lo que los ratones deben
hacer! Mira chiquita, sólo las criaturas que tienen alas pueden volar, y tú no
tienes ... ¡comer, roer, cavar agujeros eso es lo que los ratones pueden hacer!
–repetía el cóndor mientras emprendía el vuelo–.
- No
te preocupes Marble –explicaba el búho– podemos hacer otro intento ... tal vez
si te aseguro a mi espalda para que no te caigas.
- Mañana
... quizá mañana ... –decía nuestra amiguita pensativa y cabizbaja–.
Así llegó Marble a casa, con las palabras del
cóndor resonando en su cabeza y se sentó a tomar la cena sumamente callada,
pero al fin rompió el silencio preguntando si los ratones solamente podían
comer, roer y cavar hoyos, a lo que su mamá ratona respondió acariciando sus bigotitos
y diciendo : mi pequeña ratita “ tú serás cualquier cosa que desees si tan sólo
lo crees”.
Esa noche Marble se fue a la cama pensando en
lo dicho por su mami, y comenzó a soñar, soñaba que se elevaba del piso y podía
ver su hogar desde las blancas nubes.
A la mañana siguiente, nuestra ratona se puso a
construir un globo que pudiera levantarla, comenzó a juntar paja para tejer una
canastilla y recoger cuerdas para sujetarla; mientras ella hacía su trabajo
pasaron todo tipo de animales preguntándole porqué hacía todo ese esfuerzo; el
topo dijo que era en vano, un ratón no pertenecía a las alturas; la gallina se
rió y dijo que aquello era imposible, que nunca se había visto un ratón volar
porque no era normal; un perro que pasaba le dijo que antes que ver un ratón
volar el iba a maullar; luego vino una paloma que rió hasta que le dolió la
barriga y se puso a revolotear alrededor de Marble para molestarla, pero la
ratoncita no se enojaba, a todos les respondía lo mismo: “yo puedo ser
cualquier cosa que desee, si tan solo lo creo”, y siguió trabajando.
Cuando por fin estuvo listo el globo, su amigo
búho lo llevó a la cima de una colina para hacerlo despegar, sin embargo,
apenas y se levantaba ligeramente del piso, se mecía demasiado y el globo
comenzó a desinflarse, todos los animales rieron y se fueron, sin embargo
Marble no estaba triste, su experimento no había funcionado, pero no
significaba que no pudiera volar, así que se quedó en la colina, sacó su
cuaderno de dibujo y se puso a planear algo más.
Al cabo de una semana ya todo mundo estaba
acostumbrado a reunirse en la colina para burlarse de los intentos de Marble de
volar, pues todos sus experimentos fallaban, pero eso a nuestra amiga no le
importaba, porque sabía que en muchas ocasiones para llegar a una respuesta
correcta debía haber muchas respuestas equivocadas, y seguía repitiendo en su
mente “puedo ser cualquier cosa que desee si tan sólo lo creo”.
Pero al pasar los días Marble comenzó a
desanimarse y una tarde se quedó en su colina pensando que tal vez el cóndor
tenía razón y sólo aquellos que habían nacido con alas podían volar. El
atardecer comenzaba a teñir el cielo lentamente cuando la ratoncita vio
acercarse a su mamá ratona y al búho con una caja enorme adornada con un
vistoso moño rosado.
Nunca olvides mi pequeña –decía la mamá– que
puedes ser cualquier cosa que desees si tan sólo lo crees, abre tu regalo.
Dentro de la caja Marble encontró un hermoso
gorro con lentes de aviador y para completar su bonito conjunto una bufanda de
finísima seda violeta estampada con mariposas doradas. Al ver las mariposas
brillando con el sol de aquel atardecer ¡Marble lo supo! ¡eso es lo que tenía
que hacer! De inmediato se puso su regalo, le quedaba perfecto, y corrió a casa
a todo lo que daban sus patitas.
Pasó la noche entera encerrada en su pequeña
habitación iluminada por unas cuantas luciérnagas amigas, confeccionando un
deslumbrante par de alas doradas de delicada seda.
Al día siguiente Marble se alistó, salió de
casa y subió a la cima de la colina como lo hacía a diario, esta vez vistiendo
el hermoso regalo de su mamá, se ajustó sus relucientes alas y emprendió
tremenda carrera cuesta abajo gritando ¡voy a volar! ... y cuando llegó al
final del camino ... ... ...
¡MARBLE VOLÓ! Comenzó a aletear ganando altura
y surcó el cielo con sus nubes de colores dándole vuelta a la primer estrella
que reía, y reía con ella, y vio su querida luna brillar sobre sus alas y
sintió el viento acariciarla, pudo mirar su casita desde las alturas, y a todos
los animales que observaban incrédulos como una ratona podía volar, y en su
camino se topó con el cóndor, quien apenado le dijo : ”ratita soñadora,
perdóname por haber sido tan cruel, pues ahora me doy cuenta de que aún
naciendo sin alas todos pueden volar”. Y Marble se enfiló hacia las estrellas
gritando: “¡pueden hacer cualquier cosa que deseen si tan sólo lo creen!”
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