Autora: Elizabeth Segoviano
Nada es eterno, sólo el tiempo ...
aunque ... a veces, sólo a veces, hay actos que lo sobreviven todo y se convierten en leyendas; y ésta es una de
esas pocas hazañas que ha vencido la eternidad ... la leyenda de Dralión.
Más
allá, donde se duerme el sol ... oculto entre mundos que sólo podemos imaginar,
nació hace mucho, muchísimo tiempo, un dragón colosal, de duras escamas doradas
y ojos tan azules como el cielo más azul que puedas recordar, su voz era
profunda y dulce, apacible y capaz de calmar las tormentas, ventiscas y el
enfurecido oleaje del mar.
Dralión
solía pasar días enteros recorriendo las galaxias, admirando la belleza de las
estrellas, nombrándolas y hablando con cada una de ellas para saber sus
historias ... ¿de dónde venían? ¿cual era su propósito? ¿cuales eran sus
sueños? ... ¿qué había en lo más profundo del corazón de una estrella? ...
Así,
día a día, noche a noche, y de estrella en estrella, el buen Dralión fue
convirtiéndose en el guardián de los secretos más profundos y sagrados de todas
las estrellas, él sabía muy bien, porqué, para qué y a dónde se dirigían las estrellas, porqué, para qué y
por quién habían sido creadas (pero ésa es otra historia) y como guardián, y
como dragón, juró protegerlas hasta el fin de los tiempos.
Pero
sucedió que un día en su recorrido habitual, el colosal dragón notó que una de
las estrellas más hermosas y gigantescas llamado Sol estaba profundamente
triste, se quedó en silencio, con la mirada perdida en el horizonte, y de a
poco, su luz comenzaba a opacarse, Dralión sabía que algo muy grande e
importante estaba ocurriendo, (aunque ... incluso las cosas más pequeñas son
enormes en la vida de una estrella) y muy lentamente el dragón comenzó a
acercarse, porque, contrario a lo que se pueda pensar, las estrellas pueden ser
muy tímidas y reservadas.
Al
principio el guardián sólo se sentaba en una de ésas rocas flotantes en
silencio, después se sentó más cerca ... y más cerca ... y más cerca mientras
el Sol lo miraba con curiosidad, y así pasaban mucho tiempo, en silencio uno al
lado del otro ... se diría que Dralión escuchaba el silencio del Sol ... sí,
porque incluso en silencio uno puede decir muchas cosas.
Fue
así que el dragón guardián notó que el Sol se iluminaba y su fuego crecía cada
vez que se levantaba en el horizonte una gran roca blanca que era el satélite
de un planeta llamado Tierra, se llamaba Luna, y ella se sonrojaba tanto que
brillaba aún más, pero entonces el Sol se ponía triste, bajaba la mirada y
suspiraba ... ¡el Sol estaba enamorado de la Luna!
-
Amigo Sol –decía Dralión– tu corazón suspira por ésa Luna, y deberías
ir con ella.
-
No puedo ...
-
¿Porqué no? todas las estrellas viajan,
todas se unen a otras estrellas ...
-
¿Ves aquel planeta allá a lo lejos?
¿aquel que es azul?
-
¿Qué hay con él?
-
En ése lugar hay mucha vida, y toda es
hermosa, y frágil, muy frágil, si yo me fuera, ellos no podrían existir, todo
ahí me necesita ... y yo los necesito también, los he visto crecer, conozco
cada historia, cada criatura grande, pequeña o microscópica, cada hoja y cada
flor ... igual que tú conoces todas las estrellas, así como tú nos amas y nos
brindas tu protección, así también los quiero yo, y la Luna también es su
guardiana, ella conoce todos sus sueños, ella puede calmar todos sus miedos;
son criaturas únicas las que habitan ése lugar, los humanos se creen muy
fuertes, pero la verdad es que no les gusta estar solos, ni les gusta la
oscuridad, son tan felices cuando me acerco y los abrazo y los calmo, y les
digo que yo, desde lo alto siempre estoy a su lado ... no podría jamás dejarlos
Dralión, son mis protegidos.
Entonces
el inmenso dragón se retiró, se fue volando hacia la Tierra y la recorrió toda,
admirando su cambiante belleza y mirando cuidadosamente a todas las personas, y
entonces lo vio, aquellos seres de comportamiento un tanto excéntrico eran como
girasoles, toda su vida y sueños giraban en torno al calor y la luz que les
daba el Sol, pero no sólo éso, en sus ojos y en sus sonrisas había ése mismo
resplandor que tenían la Luna y el Sol, así Dralión se fue al pico de una
altísima montaña y comenzó a entonar un canto : “ por el agua, sobre el cielo y
más allá del mar, entre estrellas, sobre el tiempo y sin dudar, que se abran
los portales, que se den las señales, un minuto, un suspiro y nada más, una
vida y un sueño hecho realidad; por el poder de mi voz, por la fuerza de mi
alma, por todos los secretos de los que soy portador, le pido al universo que
de tiempo en tiempo la Luna y el Sol puedan vivir su amor”.
Justo
después de entonar aquellas palabras ¡algo increíble ocurrió! El medio día se
oscureció y La luna apareció majestuosa sobre el cielo cubriendo al Sol con
un abrazo que sólo dejaba ver su
brillante silueta; así, juntos, como siempre habían querido estarlo, para contarse
sus secretos, para besar sus mejillas, para ser uno sobre el cielo de aquel
azul planeta que llamaban hogar, el milagroso encuentro sólo podía durar unos
cuantos segundos, pero incluso un segundo basta y es más que suficiente cuando
se puede convertir un sueño en realidad.
Esta
es pues la leyenda de Dralión, el dragón que ocasionalmente se convierte en una
especie de cupido cuando sucede el asombroso milagro que nosotros, simples
humanos de comportamiento un tanto extraño, llamamos “eclipse” ... pero ahora ya saben que es lo que
realmente significa, así que la próxima vez que sonrían no olviden que llevamos
el brillo de nuestros hermosos guardianes, porque estamos hechos de Luna y de
Sol.
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