EL CATALEJO LAPISLÁZULI
PARTE CUATRO
POLARIS
Tolvedier y el gatito Sherlock habían estado esperando ansiosos varios días alguna noticia de Bruno. Cada noche, en el segundo piso de la librería Siempre Abierta, que era su casa, el muchacho desenrollaba un gigantesco mapa en el que llevaba mucho tiempo trabajando. Constaba de varios pliegos de pergamino en los que Tolvedier había dibujado un mapa muy complejo. Le había llevado al menos cinco veranos trazar la mitad de éste. Era un mapa que requería de trazos muy precisos y mediciones certeras, pues no era algo común y corriente. Era un mapa de “Dorímas”.
Los Dorímas son personas muy especiales, tienen el poder de soñar hasta seis o siete veces más de lo normal, por lo que ellos se encargan de brindar sueños a aquellas personas que por algún motivo, no pueden, o han olvidado como soñar.
Bruno, acorde a las muchas mediciones que había llevado a cabo Tolvedier, era un Doríma con la capacidad de soñar doce veces más que cualquier otro. Bruno igualaba el poder de ensoñación de Tolvedier.
Desde que los mapas lo habían dirigido hacia Bruno, Tolvedier estaba emocionado . Por fin podría tener un aprendiz y enseñarle al niño todo lo que él había aprendido de su abuela y de su madre. Aunque, todavía faltaba la prueba final. Si Bruno era realmente un Doríma tan especial, podría activar la llave que Tolvedier le había regalado y también descifraría el mapa de Polaris.
Con el inicio del verano, Bruno tenía más tiempo para estudiar los mapas. Hasta ahora podía entender bien los mapas de la ciudad, y los de las nubes. Aunque éstas siempre cambian de forma con el viento; acorde al libro, sólo las ráfagas del norte pueden esbozar dragones. Las del sur, grandes animales, como, jirafas, elefantes o ballenas. Las ráfagas del este trazaban perritos, gatos, pájaros, ratones o peces. Las del oeste eran las más complejas, porque podían transformarse en cualquier cosa: castillos, rostros, flores, paisajes o incluso letras.
Pero lo que en verdad no entendía, era el dichoso mapa de los hilos rotos o enredados. Aquellas hojas parecían una madeja de estambre con la que jugó un gatito travieso como Sherlock.
Bruno estaba armándose de valor para decirle a su mamá que ya no quería ir más a la oficina de ella, pues se aburría y cansaba mucho. Como era verano, la escuela había terminado, y él debía ir a la oficina de su mamá todos los días porque ella no quería dejarlo solo. La verdad, es que Bruno quería pasar el día en la librería de Tolvedier, pero temía que su mamá no le diera permiso.
Esa noche, Bruno sacó el mapa de las nubes, tomó el broche entre sus manos y susurró: “Osa Menor”. El broche se sacudió ligeramente, y comenzó a vibrar haciendo un zumbido igual al de un abejorro feliz. Aquel movimiento le hacía cosquillas al niño en las manos, gradualmente esas cosquillas se convirtieron en un hormigueo que recorría todo su cuerpo. Bruno cerró los ojos sintiendo esas vibraciones que ahora se expandían por su pecho, era algo agradable. Empezó a soñar despierto, a soñar que otra tormenta volvía a guiarlos a él y su mamá a la librería, soñó con todo su corazón que Tolvedier le dejara pasar las tardes ahí.
El broche brilló como lo hacen las luciérnagas, y de apoco todas las piezas se movieron hasta quedar convertido en una. Ésta se posó sobre una nube de dragón del mapa, sobre el papel, la nube comenzó a volar. Bruno abrió los ojos ¡No sólo lo había imaginado! ¡La nube en el mapa se movía!
El niño sintió que debía soñar y desear con todas sus fuerzas que esa enorme nube dragón llena de lluvia se moviera sobre su ciudad:
“ Vuela dragón, escucha mi voz, manda tu tormenta en mi dirección, remueve los obstáculos, guía nuestros pasos, llévame a donde quiero estar yo”.
Las palabras de Bruno comenzaron a surtir efecto sobre la nube en el mapa, y ésta comenzó a batir sus alas hasta situarse en las calles entre su casa y la librería, el broche entonces se convirtió en un pequeño reloj y marcó las tres de la tarde. Bruno supo que a esa hora el día siguiente sin duda alguna, estaría de regreso en la librería siempre abierta.
Sucedió tal cual si estuviera escrito en un libro. Cerca de las tres de la tarde, él y su mamá hacían algunos mandados, cuando el cielo comenzó a oscurecer. Bruno miró las nubes. ¡Ahí estaba! ¡una gigantesca nube en forma de dragón! Incluso parecía mover la cabeza saludando al niño. Nuestro joven amigo sonrió y se dispuso a abrir el paraguas de su mamá. La señora Ruthelina se extrañó porque no estaba lloviendo, pero en cuanto su hijo abrió el paraguas, un chubasco se soltó, ambos corrieron un par de calles, la lluvia era tanta, que uno no podía ver más allá de sus pies. La señora Ruthelina se recargó en una pared tratando de guarecerse del agua y ¡pum! Se fue de espaldas hacia el piso de, nada más y nada menos que, la librería Siempre Abierta.
-¡Madame Ruthelina! -exclamó Tolvedier mientras le ofrecía la mano a la señora para levantarse- ¡qué manera tan original de entrar tiene usted! No tenía que hacer eso. Yo le dije que si la puerta estaba cerrada solo debía tocar el timbre. Recuerde que siempre estamos abiertos. Pero como sea, me da gusto volver a verlos.
-¡Señor Polvorón! No estoy muy segura de como llegamos aquí.
-Quizá la tormenta los trajo madame Roncolina.
-Ruthelina, señor Olivar, si me hace el favor.
-Si, si, eso dije madame Brillantina. ¡Pero que modales los míos! ¿qué les ofrezco? ¿Té, café, chocolate, atole?
-No se moleste señor ... -Tol-ve-dier interrumpió el joven- si, si, señor Olivier. Verá tenemos cosas que hacer, debo regresar a la oficina.
-Pero madame Cangurina, siempre hay tiempo para una taza de ... ¿café? ¿qué tal un delicioso capuccino? La casa invita.
-¡Por favor mami! -rogaba Bruno-
-Está bien, muchas gracias señor Olvidador, un capuccino suena genial.
-Capuccino a la orden ¿y tú Bruno?
-¡Un té Chai por favor!
-¡Excelente elección jovencito! Ya bajo con sus bebidas. Mientras tanto, creo que hay cierto amiguito peludo que quiere saludarte Bruno.
El gatito Sherlock corrió al mostrador junto a Bruno y restregó sus bigotes en su cara, chocaba su cabeza gentilmente contra la del niño y ronroneaba tan fuerte que parecía tener un pequeño motor en su pecho.
Cuando Tolvedier bajó con las bebidas calientes, le ofreció una silla a la señora Ruthelina pues traía puestos unos zapatos de tacón bastante alto. Eran lindos, pero no parecían muy cómodos. Al ver la silla, madame Ruthelina sonrió y al beber el primer sorbo de café, su cara de alivio lo decía todo.
-Bruno -decía Tolvedier- ¿qué te parece si dejamos que tu mamá descanse un poco y tu yo recorremos los pasillos de la librería?
-¡Claro!
-¡No, no! -dijo la señora Ruthelina- cariño, tenemos que irnos ya, hay que regresar a la oficina.
-Bueno -interrumpió Tolvedier- Madame Ruthelina, si lo que quiere es que Bruno esté en una oficina, aquí tengo una, de hecho toda la librería es mi oficina. Así que no se preocupe, puede regresar por Bruno cuando salga de su trabajo.
-¡Si, mamá por favor!
-Es usted muy amable señor Topeador, pero Bruno es muy inquieto, no quiero que lo moleste.
-No es molestia, es buen muchacho y, a decir verdad, necesito un ayudante madame. Alguien que me ayude a clasificar las novedades, verificar los pedidos y le rasque la pancita al gato.
-¡Por favor mami! -rogaba el niño-
-No lo sé, aún es muy pequeño para tanta responsabilidad señor Trovador.
-Madame ... madame ¿qué responsabilidad? Si los libros se caen no se rompen, si un pedido llega equivocado, se regresa y si al gato no le gusta que le rasquen la panza, pues saldrá corriendo. Creo que a Bruno le gustan los libros, al gato y ami nos gusta Bruno, necesito ayuda y usted necesita regresar a su oficina y concentrarse en lo suyo.
¿Por qué no lo deja esta tarde? Si a él no le gusta, o a usted no le gusta, o el gato se molesta, bueno Bruno regresará a trabajar con usted. ¿qué le parece? Además, el niño no trabajará gratis, recibirá un pequeño sueldo semanal y todo el té chai y los libros que quiera. Oiga, acéptelo, es más de lo que gana el gato.
-Di que si mamá, por favor.
Está bien. Señor Tortolón, ustedes ganan, pero Bruno tendrá que llamarme tres veces al día.
-¡Lo haré, lo haré! -gritaba emocionado el niño-
-Muchas gracias por el café, y tu hijito, pórtate bien, si algo se te ofrece o hay problemas, me llamas inmediatamente. Y no vayas a romper un libro, ni al gato.
-Seré cuidadoso mamá, lo prometo.
-Prometo cuidar muy bien de Bruno madame. No se preocupe, también puede llamarnos en cualquier momento, o venir a revisarnos cuando quiera. Bruno me recuerda mucho a mi hermano, y creo que me ha recordado mi propia infancia.
-Esta bien señor Trombón, regresaré a las siete en punto.
-Esta vez toque el timbre, no caiga de sentón en mi librería.
La señora Ruthelina sonrió, tomó su bolso, le dio besitos a Bruno, acarició ligeramente al gato, y se despidió de Tolvedier. En cuanto ella cruzó la puerta Bruno sacó el broche de mariposa que ahora era una luciérnaga y dijo: ¿qué significa el mapa de los hilos rotos? ¿y qué quiere decir POLARIS?
-¿POLARIS? Bueno, mi joven amigo, POLARIS es la clave de todo.
-¿Todo qué?
-¡Todo Bruno! De todo el poder y la magia que posees.
CONTINUARÁ...
PARTE 5:https://sognareprofundere.blogspot.com/2020/10/el-catalejo-lapislazuli-parte-v.html
PARTE 3:https://sognareprofundere.blogspot.com/2020/07/el-catalejo-lapislazuli-parte-iii.html
Hola Eliz. Me muero de risa con el lío que se hacen los personajes con los nombres. Es un capítulo muy divertido. Derrochas una imaginación arrolladora. Menudo canguro que se ha buscado la señora Ruthelina para cuidar al niño durante el verano. Seguimos esperando el final de la historia. Me encanta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mucísimas gracia Conchi, no sabes que honor que vengas a leer mi historia, el final ya se acerca así que espero te guste. Un beso gigante, gigante como tu gigante del cuento!!! te quiero
Eliminar