viernes, 9 de abril de 2010

PARA LLAMAR A LA LUNA


Autor: Elizabeth Segoviano
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Para llamar a la Luna no se necesita ser científico, ni hechicero, ni loco, ni malo, ni bueno.
Sólo debes ser tú mismo y llamarla con todas tus ganas, y verás que te seguirá de la noche a la mañana.
Tal véz pienses que con el primer rayo del alba ella te olvide y se vaya; pero la Luna no es así.
La Luna es como tú y como yo, juguetona, caprichosa, berrinchuda ¡ah! Pero éso sí, amiga fiel en las buenas y en las malas.
Llámala ésta noche y verás como llega corriendo hasta tu ventana para arrullarte cada madrugada, verás cómo su luz es capaz de ahuyentar monstruos de debajo de la cama, duendes y sombras tercos y tramposos que se esconden cuando a mamá llamas.
Llámala de día y, si en el cielo no la vez aparecer, entonces mira alrededor, pues talvéz te esté guiñando un ojo desde el plato de leche de un gato orgulloso, o quizá esté hecha garabato entre dibujos y borrones o en aquellas hojas hechas girones.
Para llamar a la Luna no hace falta dinero, ni aparatos extraños o complejos; basta con que la llames cualquier noche de abril u octubre o cuando sea que la necesites y ella gustosa tomará tus manos, las llenará de luz de estrellas, de soles ¡en fín! De todo cuanto ella ve a sus alrededores y te contará en sueños historias de los siete mares, leyendas del otro lado de la tierra, te dirá de los tesoros enterrados en lejanas arenas.
Sabrás las canciones más hermosas que el viento le ha cantado a las nubes y a las rosas; te relatará de sus amigos los unicornios y del valle encantado que habitan en un sol muy lejano.
Si llamas a la Luna será por siempre tu fiel compañera, y te darás cuenta cómo cada noche la hallarás en puntual espera, con su tenue luz encendida por si la noche miedo te diera ; porque la Luna es como tú y como yo, curiosa, aventurera, valiente y traviesa, gentil princesa que busca en tu cabeza un escondite que sólo tú y ella conozcan, donde ambos puedan soñar sin que nadie les diga que volar no es posible o que las estrellas no se pueden ni se deben alcanzar.
La Luna sabe que éso es mentira, que si la llamas y se hacen amigos no habrá para tí camino cerrado o cielo que no puedas surcar; porque al llamar a la Luna ésta será tuya y nadie te la podrá quitar.
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