FLOR SE QUEDÓ
SIN LETRAS
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Flor era una niña de apenas siete años,
y era casi como todas las niñas de siete años, era curiosa, traviesa,
inteligente, parlanchina, tierna y a veces, también hacía berrinches; sin
embargo había algo que hacía de Flor una niña un tanto diferente, a ella le
gustaba escribir y contar historias ¡y eran muy buenas! Aquella habilidad la
había heredado de su querido abuelo Marcus, quien le había contado historias
desque Flor se encontraba en la barriguita de su mamá, y por ello Flor había
nacido llena de letras en su mente, letras que se convertían en palabras,
palabras que se convertían en frases y frases que formaban hermosas historias
de hadas y héroes, de espadachines y brujas, de animales mágicos y alfombras voladoras, de elfos y calabazas
mágicas y cientos, miles de bellos personajes brotaban de sus palabras.
Y cada noche el
abuelo Marcus y Flor se tendían bajo las estrellas a inventar historias que
escuchaban atentamente las luciérnagas y los grillos, las flores, la luna, los
gatos en los tejados y por supuesto, las estrellas, que sonreían y titilaban de
alegría al escuchar a Flor.
Además en el
colegio nuestra pequeña cuenta cuentos era muy popular, pues sus amigos siempre
le pedían les contara alguna historia de misterio o grandes aventuras, algo de
piratas o de dragones y princesas, y claro, eso a Flor le encantaba.
Pero lo que más
amaba Flor era pasar los domingos sentada en las rodillas de su abuelo mientras
tipeaban juntos sus historias en su antigua y ruidosa máquina de escribir. A
cada tanto quitaban la hoja y Flor se encargaba de hacer algún lindo dibujo que
acompañara las historias, pues Marcus y ella querían hacer muchos libros con
todos sus cuentos, hacer una biblioteca entera que pudiera disfrutar todo aquel
que amara las historias tanto como ellos.
Sin embargo, a
veces en la vida pasan cosas que no son como en las historias, pasan cosas que
nadie quiere que pasen, pero pasan de todas formas, y el abuelo Marcus enfermó,
pasó muchos días en cama hasta que una noche tibia y clara cerró los ojos y se
fue a ese lugar donde nacen los sueños, a ese lugar del que todos venimos pero
no alcanzamos a recordar, se fue allá donde nacen las estrellas, allá donde
terminan su viaje las libélulas, allá donde las estrellas fugaces se convierten
en una cascada de luz, allá donde nuestros corazones fueron creados.
Desde aquel
momento algo en el interior de Flor se descompuso, su corazoncito de siete años
se quedó con un gran vacío, era como esos inmensos agujeros negros que pasean
por el universo, Flor sentía que por ese hueco se le escapaban sus letras y
solo quedaba un montón de nada.
Con el paso de
los días Flor dejó de contar historias, tampoco las tipeaba ni hacía dibujos,
era como si todas las palabras del mundo se hubieran borrado, y por las noches
el jardín quedó en silencio y los grillos, las hadas, las flores la luna y las
estrellas se preguntaban porque Flor ya no contaba historias.
Después de un
tiempo los amigos y los papás de Flor le pedían que les contara cuentos, que
siguiera haciendo esa gran biblioteca con la que tanto habían soñado ella y su
abuelo, y entonces Flor sintió algo diferente en su corazón era como una
chispita que intentaba encenderse pero no lo lograba del todo, parecía que
tuviera dentro una cajita con cerillos mojados, o un motor descompuesto, pues cada vez que la
pequeña tomaba lápiz y papel y escribía “Había una vez” o “Sucedió hace mucho
tiempo” ya no podía escribir más ... ¡de verdad ya no tenía letras en su
interior!
Con cada intento
la niña escribía menos y menos, el había una vez se convirtió en “Había un...”
el sucedió hace mucho tiempo quedó en “Sucedi ...” y así hasta que solo pudo
escribir una “H” o una “S” y luego ni siquiera eso, después intentó escribir el
abecedario pero solo pudo escribir “A” , en ese momento decidió que sería mejor
contar las historias sin escribirlas, así que reunió a su familia y amigos en
el jardín y empezó a decir “En un reino muy, muy lejano” ... todos estaban
mirándola atentos, sonriendo, esperando escuchar una fabulosa historia, pero
Flor por alguna razón no podía continuar, respiró profundo aclaró su garganta y
lo intentó nuevamente “En un reino” ... hmmm ... “ En un rein”... coff coff “En
un” ...
Entonces lo que
Flor temía sucedió … ¡TAMBIÉN SE QUEDÓ SIN VOZ!
Todos los
presentes se sorprendieron, no sabían que había pasado, tal parecía que lo que
Flor pensaba era completamente cierto ¡SE HABÍA QUEDADO SIN LETRAS!
Los médicos no
encontraban una explicación y le recomendaron que descansara y bebiera mucho té
con miel.
Flor estaba
triste, la chispita en su interior no encendía, el motor que la hacía contar
historias solo echaba humo, sus letras se le habían escapado por un inmenso
hoyo negro y todo lo que tenía era silencio.
Después de
buscar alguna respuesta por largo tiempo Flor decidió leer muchos libros, todos
los que pudiera, leía y leía devorando un libro tras otro, y pensó que tampoco
le haría daño comer mucha sopa de letras que a su mamá le quedaba tan rica, y
cereal de letras también, pues ella quería volver a llenar ese hueco en su
corazón con muchas letras a ver si así podía contar historias una vez más.
Así pasaron
muchos días que se convirtieron en meses y poco a poco, muy de a poquito, Flor
pudo hablar otra vez, pero por más que lo intentaba no podía contar historias,
pero ella seguía desayunando letras, comiendo letras, y leyendo todo lo que
podía. Hasta que una noche Flor se dio cuenta de que había pasado todo un año
desde que su abuelito ya no estaba, y esa noche de luna llena Flor salió al
jardín y se tumbó sobre el césped a mirar las estrellas como solía hacerlo y
guardó silencio, se quedó muy calladita ...
en ese momento
lo escuchó, parecía ser un murmullo, pero luego descubrió que eran sollozos,
miró a su alrededor y notó que las pequeñas hadas del jardín y los grillos, los
caracoles, las flores, la luna y las estrellas eran quienes estaban sollozando,
Flor preguntó porque lloraban y todos dijeron al unísono ¡porque ya nadie nos
cuenta historias! Aquellas palabras le hicieron un nudo en el estómago a Flor,
se le llenaron los ojos de lágrimas y se metió corriendo a la casa, cerró de un
golpe la puerta de su habitación y uno de los manuscritos que había hecho con
su abuelito Marcus cayó del librero, Flor lo recogió y lo acarició con mucho
cuidado, empezó a hojearlo y a leer lo que con tanto cariño e ilusión había
mecanografiado con su abuelo por tantos domingos, y justo al final del
manuscrito había otra hoja, escrita a mano, era la letra de su abuelito y decía
“
mi pequeña, quizá no puedas verme más, pero no significa que no esté contigo,
pues soy cada letra y cada frase que alguna vez escribimos, soy el ruidoso
ritmo en las teclas en nuestra desvencijada máquina de escribir, soy el olor a
papel y tinta, soy los colores de tus acuarelas, soy el suave césped sobre el
cual te recuestas, soy alguna estrella que te mira esperando me cuentes más
historias, soy un trocito de tu corazón, aquel que se alegra cuando imaginas un
nuevo personaje y una nueva aventura, soy tu historia y soy tus recuerdos, voy
contigo en tu cartera cuando garabateas una frase nueva, soy el ruidito que
hace tu lápiz cuando escribes de prisa para que no se te olvide alguna idea,
sigo contigo mi pequeña, cuando tu quieras nos encontraremos en una página en
blanco, en una historia nueva, en otra noche de luna llena”.
Al leer eso,
Flor lloró, pero eran lágrimas felices porque como siempre, su abuelito tenía
razón, él estaba ahí con ella, en las letras, en cualquier lugar a donde ella
mirara e imaginara un relato nuevo, Flor abrazó su manuscrito lo guardó y
desempolvó su máquina de escribir y como por arte de magia las historias
fluyeron otra vez, caían como lluvia fresca sobre el papel, y de nuevo salió a
leer bajo las estrellas para hacerlas reír pues ahora sabía que alguna de ellas
era su abuelito que esperaba ansioso otra historia, otra aventura, otro cuento
para seguir riendo.
La chispita en
el pecho de Flor por fin había encendido, su motor giraba a toda velocidad, el
hueco por el cual se habían escapado sus letras se había cerrado y ahora podía
llenarlo con historias.