Todo era diferente, la dulce voz del río,
el fresco rocío que acariciaba su rostro, el olor de las frutas maduras a punto
de caer de los árboles, la suavidad de las hojas de las altas palmeras, el
viento veloz que peinaba sus alas, el cálido abrazo del sol, las voces de sus
amigos las guacamayas y quetzales, de los jaguares y los monos, el constante
mordisqueo de las orugas, los tiernos besos de las mariposas, el molesto zumbar
de los mosquitos ... pero sobre todo las voces de sus hermanos y de su mamá ...
todo era diferente, cada escenario y árbol habían sido drásticamente cambiados
por altos edificios y el inmenso azul del cielo se había tornado gris, el mundo
entero de Izú, un periquito tan verde como los platanitos verdes que le gustaba
devorar, le había sido arrebatado así, sin más, una noche sin luna en que
muchos pasos se escucharon en las profundidades de la jungla y unos brazos
largos y fuertes le lanzaron una red áspera y dura que su piquito no pudo
romper. Izú fue metido a empujones en una caja y lanzado a una destartalada
camioneta.
Ya
no había más ruidos de la jungla ni aire fresco, ahora todo olia a humo de
autos, habia un calor seco y ya no podía escuchar la voz de su mamá.
Luego
de largos días por fin alguien abrió la caja y lo metió a una jaula grande
donde había más pajaritos, canarios, guacamayas, palomas, cotorritos
australianos e incluso un enorme tucán.
-
¿En dónde estoy? –decía temeroso Izú–
-
En una tienda de mascotas.
-
¿Tienda ... mascotas? ¿cuándo me van a
regresar a la jungla?
-
¡Uy niño! –clamaba el tucán – ¡nunca!
-
¿Nunca? ¡pero yo no pertenezco a este
lugar! ¡esta no es mi casa!
-
No te asustes periquito ... ya te
acostumbrarás ... ¿cómo te llamas?
-
Izú ¿y usted?
-
Balam ... yo también vivía en la jungla
... pero eso fue hace muchas lunas.
-
¿Porqué nos han traído aquí Balam?
-
No le sé con exactitud amiguito, creo
que porque a algunos humanos les gusta coleccionar aves para adornar sus casas.
-
Pero nosotros no somos adornos ... –Izú
no acababa de decir lo que pensaba cuando de repente, el dueño de la tienda
tomó a Balam, lo puso en otra jaula y se lo llevaron, y, en seguida regresó por
nuestro pequeño amigo que fue nuevamente apretujado en una jaula aún más
pequeña y se lo llevó una ancianita de
larguísimas trenzas que enrollaba sobre su cabeza.
Los
ojitos de Izú no alcanzaban a vislumbrar nada verde, a lo largo de las enormes
y ruidosas calles no había podido contar ni un sólo árbol, y el cielo estaba
cubierto por enormes edificios de acero y cristal. Luego de un rato de caminar
por aquí y por allá, de dar una vuelta y otra más, por callejones, andadores y
avenidas, finalmente Izú y la viejecita llegaron a una casa modesta, pero
linda, con un jardín repleto de macetas con girasoles y tulipanes, en cuyas
paredes colgaban varias docenas de jaulas con todo tipo de pajaritos.
-
¡Ya llegamos mis niños!-decía la
viejecita- les traigo otro hermanito, éste es un periquito, traído de la jungla
... muy difícil de encontrar ... y muy caro también, pero valdrá la pena porque
le enseñaré a hablar.
-
Hola-decían los demás pajaritos
tratando de hacer sentir a Izú bienvenido, pero la jaulita de nuestro amigo no
la dejaron en el jardín, no, la metieron dentro de la casa, detrás de una
ventana muy estrecha cubierta con barrotes, ahí casi no le llegaba el sol ni el
viento y entonces Izú comenzó a llorar desconsoladamente-.
Luego
de unas horas la viejecita se alarmó porque el periquito no se calmaba, ella le
ofreció semillas, algo de fruta fresca, pero nada lograba tranquilizarlo, Izú
estaba asustado, agotado, no podía extender sus alas en aquel espacio tan
reducido y sólo pensaba en su amada jungla y en que quería surcar aquellos
cielos abiertos y claros una vez más al lado de su familia.
-
Ya no llores periquito-decía la
viejecita-serás feliz conmigo, seremos amigos y me harás compañía ¿qué no vez
que estoy solita? No tengo nadie con quien hablar y tú serás mi confidente, te
pondré un nombre bonito, uno muy especial ... te llamaré ... ¡Kalizú! ...¿sabes
que quiere decir Kalizú? Significa viento.
-
¿Viento?-dijo tristemente Izú-
-
¡Pero sabes hablar!-exclamaba
sorprendida la anciana-
yo no
quiero estar aquí señora, ni yo ni los demás pajaritos somos adornos o juguetes
que se puedan coleccionar ... y yo me llamo Izú ... y Yo no quiero ser un
viento domado que quede atrapado en el cielo gris de alguna enorme ciudad.
Ni
quiero ser brisa tibia que arrulle el verde follaje de los campos al atardecer
¡no!
Yo
quiero ser ráfaga valiente que congele las puntas de las montañas.
Quiero
ser huracán en medio del desierto e ir al galope con leopardos y hienas y
empujar a las manadas en la espesura de la jungla.
No
quiero ser un viento domado encerrado tras una ventana ¡no!
Yo
quiero bailar con las nubes hasta el amanecer y juntos crear tormentas y olas
gigantescas que corran libres por la arena.
Quiero
que cuando me vean todos digan “¡ahí viene la libertad!”
¡Qué
lindo! ¡qué bonito debe ser poder recorrer el mundo a placer!
Yo
no quiero ser un viento domado que olvide como volar, ni quiero quedarme quieto
a ver pasar la eternidad ¡no!
Yo
quiero ir a la par con las parvadas que huyen del invierno, quiero llevármelo a
otro lado donde sea verano y volver loco al padre tiempo.
Yo
no quiero ser un viento domado al que le corten las alas para mantener cautivo
¡no!... mi madre me llamó Izú, y quiere decir libertad ... y usted cree que
porque pagó muchas monedas le pertenezco y puede apartarme de mi hogar y mi
familia y eso no es justo ... ¿si yo
pudiera pagar muchas monedas podría ponerla en una jaula para adornar mi
casa?
La
viejecita se quedó muy pensativa, se sintió avergonzada y comenzó a llorar.
Aquel animalito, aunque pequeño, tenía toda la razón, nadie puede adueñarse de
la vida de nadie aunque sean hermosos y exóticos animalitos están todos nacidos
para ser libres y vivir felices en su hábitat y ser protegidos por nosotros,
para aprender de ellos y compartir la azul burbuja que llamamos hogar. Así que
la anciana sacó la jaulita de Izú al jardín y le abrió la puerta y también a
los demás, que de imediato salieron extendiendo por primera vez en mucho tiempo
sus alas, buscando las nubes para abrirse el camino de regreso a casa, e Izú
voló con todos ellos alto y más alto, rápido y más rápido, hasta que el cielo
gris quedó atrás y se volvió azul y el verde cubrió el horizonte ... lejos y
más lejos, entre gotas de lluvia y rayos de sol, entre luz de estrellas y la
plateada luna llena hasta que escuchó la voz del río, y sintió de nuevo el
dulce rocío empapar su rostro y la fragancia de los frutos maduros lo perfumó
de pies a cabeza ... Izú había regresado ¡Izú estaba en casa!
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