sábado, 31 de octubre de 2020

EL CATALEJO LAPISLÁZULI PARTE IX


PARTE IX

DE SUEÑOS, MÚSICA Y ESTRELLAS

 


El verano llegaba a su fin. El aire ya comenzaba a sentirse frío y los árboles pintaban una que otra hojita de marrón, rojo o amarillo. Era también el último día de la feria, y Tolvedier quería llevarle alegría y sueños a tanta gente como fuera posible.

Al atardecer, la gran carpa plateada ya se iluminaba con la luz de cientos de diminutas estrellas al tiempo que la gente entraba para ocupar un lugar frente al escenario.

En el fonógrafo mecánico sonaba una hermosa melodía de violines y acordeón que invitaba a la gente a tararear aunque nunca antes hubieran escuchado esa tonada.

A las siete en punto, cuando la luna nueva se levantaba majestuosa sobre la ciudad, comenzó el gran espectáculo. La carpa entera quedó en total oscuridad, los espectadores, sorprendidos, guardaron silencio de inmediato. El fonógrafo detuvo su melodía, y, luego de unos segundos; una a una se fueron encendiendo las pequeñas estrellas mecánicas que flotaban por todo el lugar, todas al ritmo de las notas de un piano que alguien tocaba en las penumbras del escenario.

La música se detuvo de nuevo, siendo reemplazada por la gentil voz de Tolvedier.

¡BIENVENIDOS, BIENVENIDAS! ¡ESTA NOCHE DEJAMOS TODAS LA PREOCUPACIONES AFUERA! ¡ESTA NOCHE TODOS, TODAS, NOS PERMITIREMOS SOÑAR! ¡SOÑAR SIN LÍMITES, SIN ATADURAS! ¡ESTA NOCHE, TODOS SOMOS ESTRELLAS!

Mientras Tolvedier volvía a tocar el piano con una melodía tan dulce como los higos cristalizados, un precioso chelo que caminaba solo porque era de cuerda, se situó junto al piano, y la melodía que ya era dulce se convirtió en algo tan sublime, alegre y tierno, que cada persona ahí presente cerró los ojos. Cada uno siendo transportado por esa melodía a los días más felices de sus vidas.

Tras bambalinas, Bruno, ataviado con su elegante traje y sombrero de copa, también cerraba los ojos; sin embargo el niño se concentraba, haciendo uso de sus poderes como Doríma. De su corbatín prendía el broche que había recibido de Tolvedier, ahora ya no era una luciérnaga, esta vez tenía forma de estrella. Bruno la sostuvo entre sus manos, se concentró y susurró: Polaris, que tu luz pase a través de mí hacia todos los que necesitan encontrar la luz para soñar. Entonces Bruno comenzó a imaginar la luz de todas las estrellas, las que nacían en torbellinos de luz en algún lugar del universo, las que fueron pero que aún nos tocan con su resplandor y las que serán, creando nuevas constelaciones. En la carpa, los asistentes, sonreían pues al imaginar sus días más felices, se veían rodeados de luz, luz dorada, plateada y de colores, luz iridiscente que era cálida y hacía cosquillas. En ese momento, la melodía llegó a su fin, era el momento de presentar un gran acto de magia, magia real.

¡DAMAS, CABALLEROS!-decía nuestro amigo ¡Tolvedier, es mi nombre, soy librero, bibliotecario e inventor. Ávido lector, músico de corazón, buen dibujante, gran navegante, artista y a veces cantante. Soñar es mi profesión y ésta es mi carpa, mi espectáculo. En él, mi asistente Bruno y yo, hemos puesto nuestro corazón. Esta noche, pueden esperar cualquier cosa que puedan imaginar, adelante, pidan algo que crean imposible.

La multitud sonreía y alguien gritó: ¡yo quisiera ver un barco flotar por esta carpa!

Bruno, son una sonrisa de oreja a oreja, se concentró e imaginó aquella fragata pirata que por poco destruía la librería aquella primera vez. En esta ocasión, Bruno ya podía controlar lo que soñaba, y el espectáculo fue precioso e impresionante. La carpa entera olía a mar, la brisa era salada y fresca, y el barco, entre una sutil neblina, parecía salpicar pequeñas gotas, a lo lejos, al otro lado del escenario, se divisaba la silueta de una ballena gris e incluso se escuchaba su canto. Al ritmo de un alegre acordeón también se escuchaba una voz bonachona y algo ronca, era el capitán del barco que entonaba una vieja canción de marineros. La gente aplaudía, todos se veían felices y entretenidos, incluso la señora Ruthelina que pensaba que Tolvedier en verdad era muy inteligente para poder crear tecnología tan vanguardista. Y estaba orgullosa de su hijito, pues se movía por el escenario como si lo hubiera hecho por años. Junto a la señora Ruthelina se encontraba el señor Máximo, su padre, que había viajado de muy lejos sólo para ver a Bruno.

 

Melodía tras melodía, e ilusión tras ilusión, el público aplaudía y se maravillaba. Lo que no sabían era que, sus vidas estaban siendo cambiadas por Bruno y Tolvedier, al hacerlos sentir nuevamente como niños, al hacer que sus corazones latieran a otro ritmo con las canciones y que sus mentes fueran desafiadas por todas las maravillas que presenciaban en el escenario. Muy dentro de sus mentes, ya comenzaban a germinar de nuevo las semillas de antiguos sueños o sueños hechos ahí, al momento de estar rodeados de tanta magia. Cada uno de los espectadores, se estaba llenando de valor, ilusiones y sueños. Por primera vez, dejaban de pensar que sus anhelos eran tontos o imposibles, pues ante aquella magia, todo, absolutamente todo, parecía más que posible.

La dulce voz de Tolvedier entonaba canciones que conmovían incluso a los más rudos. Las ilusiones que Bruno creaba con tan solo pensar en ellas, como sirenas, hadas, grifos, estrellas, barcos y alebrijes que alegraban a todo mundo al bailar y cantar con Tolvedier, tenían a las personas tan felices y abiertas a creer en la magia, y en su propia magia que las horas pasaron volando. En punto de las diez de la noche, el espectáculo llegaba a su fin, no sin terminar con otra gran sorpresa para los asistentes.

 

Al salir de la carpa, esperaban decenas de globos aerostáticos equipados con sus respectivos burbujópteros para dar un paseo bajo las estrellas.

Desde lo alto del cielo nocturno, rodeados de estrellas y una luna nueva radiante, con la ciudad a sus pies, aquellas personas que antes de aquel día se encontraban tristes e incapaces de soñar o creer en ellos mismos, eran completamente diferentes. Tenían el valor y la motivación de renovar sus sueños, trabajar duro por ellos, y disfrutar el viaje que emprenderían al realizar esos sueños.

 

En el globo más lindo y elegante, iban Tolvedier, el gatito Sherlock, Bruno, la señora Ruthelina y el señor Máximo. Bruno admiraba los otros globos a través del catalejo lapislázuli de Tolvedier y notó que ahora todos, pero todos, tenían luz y esa brillante conexión con las estrellas, y los hilos que los conectaban con otras personas o mascotas, ya no estaban más rotos, o enredados. Eran brillantes y firmes, relucientes. Eso quería decir que sus corazones ya no estaban lastimados o tristes y estaban listos para seguir recorriendo sus vidas con la mirada en las estrellas.

Era el final perfecto para un verano mágico.

 

Quizá pienses que esta historia tan solo la he inventado para mantenerte entretenido. Lo cierto es que, no es mi historia, es la de Tolvedier y los Dorímas, la de la magia y los catalejos lapislázulis, la de los gatitos listos y librerías extraordinarias, la de libros que buscan hogares en mentes y corazones brillantes. Es la historia de unos hilos imaginarios que en realidad existen, y sé que lo sabes, porque ese hilo te dice que mamá y papá te quieren y que tus hermanos te quieren y que hay amigos por descubrir. Esta no es mi historia querido lector. Esta es la historia de los sueños que parecen imposibles y de la música que no hemos escuchado pero que nuestro corazón tararea bajo el cielo limpio y claro que ha dejado un día de tormenta.

Esta, es la historia de Tolvedier, un librero, bibliotecario e inventor. Ávido lector, músico de corazón, buen dibujante, gran navegante, artista y a veces cantante. Soñar es su profesión ... Él tiene una librería que siempre está abierta, y quien sabe, quizá en un día de tormenta, seas tú quien la encuentre. Así que recuerda siempre hacerle caso al gatito que veas ahí, también se amable con el librero y quien sabe, quizá tu seas el próximo asistente de este misterioso y bondadoso chico¡Y siempre, pero siempre acepta su invitación a probar una taza de té chai! Pero sobre todo, querido lector, siempre, pero siempre, mantén tus ojos en las estrellas, los pies bien enraizados en la tierra y sueña, sueña cosas que todos crean imposibles. Tú, Tolvedier, Sherlock, Bruno y yo, sabemos que tal cosa no existe.

FIN

PARTE 8: https://sognareprofundere.blogspot.com/2020/10/el-catalejo-lapislazuli-parte-viii.html




2 comentarios:

  1. Querida Eliz, el último capítulo de tu cuento ha sido mágico de verdad. Qué pena que no haya más catalejos, y señores Tolvedier para alegrar la vida a niños como Bruno o a adultos como yo, a los que les gustaría seguir siendo niños. Mañana, cuando salga a la calle, iré a buscar alguna librería mágica. A lo mejor tengo suerte y la encuentro y me borra de la cabeza este trágico año que estamos viviendo.
    Enhorabuena. Me ha gustado mucho Eliz.
    Sigue escribiendo.

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    1. Mil gracias a ti, preciosa por venir a leer. Este ha Sido un año terriblemente difícil para todos, pero es en momentos así, que uno debe soñar con más fuerza, creer que lo imposible existe, que la magia está ahí y que todos llevamos un Tolvedier. Y que todos podemos crear nuestro propio Catalejo lapislázuli. Te abrazo fuerte y te dejo un besito 😘

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