miércoles, 28 de octubre de 2020

EL CATALEJO LAPISLÁZULI PARTE VIII


PARTE VIII

LA GRAN CARPA PLATEADA


 

De tanto soñar despierto, Bruno en verdad se quedó dormido en el globo que se mecía suavemente sobre la ciudad. Tuvo sueños hermosos en los que la multitud gritaba su nombre y llovía colorido confeti sobre él. Tolvedier se quitó su saco y con él cubrió a al niño, luego le hizo una señal al gatito Sherlock, que ni tardo ni perezoso se dispuso a acurrucarse con Bruno para mantenerlo abrigado mientras Tolvedier terminaba de trazar sus mapas y el globo comenzaba a descender.

La noche ya abrazaba la ciudad cuando el globo bajó delicadamente en el techo de la librería Siempre Abierta. La señora Ruthelina ya llevaba varios minutos esperando impaciente, buscando a su hijo por cada pasillo.

-¡Madame Trampolina! -exclamaba Tolvedier quien bajaba con Bruno dormido en brazos y el gato dormido encima de Bruno.

-¡Señor Trovador! -decía aliviada madame Ruthelina. Ya me había preocupado al no encontrar a nadie aquí ¿porqué Bruno está dormido?

-Fue un día muy largo y emocionante madame Brillantina.

-Ruthelina, si me hace favor señor Tubador, pero, dígame que puede ser tan emocionante en una librería?

-Bueno, madame Sonatina, hoy nos llegaron nuevos cargamentos de libros, ¡eso siempre es emocionante! Además nos han invitado a participar en la feria de la ciudad, y Bruno y yo estamos haciendo algunos preparativos.

-¿La feria? ¿Pero es que usted es artista señor Topeador?

-¡Y de los mejores madame Campanilla! Por cierto, mañana, cuando traiga a Bruno, llévelo directamente a la gran carpa plateada al final de la feria, ahí estaremos ensayando.

-Pero no hay ninguna carpa plateada señor Trompetero, yo vengo de por ahí.

-¡Pero mañana temprano ahí estará madame Ripalina!

-Está bien, pero solo permitiré que Bruno haga esto porque son las vacaciones de verano, yo no quisiera que mi hijo desperdiciara su tiempo siendo librero o artista ... sin ofender señor Rotulador.

- No me ofendo madame Tarantulina, personalmente, yo no querría desperdiciar mis días tecleando cifras, pero se ve que usted tiene talento para las cosas aburridas, bueno, le entrego a Bruno y no le quito más mi tiempo ¿eh? Fue un placer para usted charlar conmigo, nos vemos mañana.

 

La señora Ruthelina no sabía si sentirse ofendida o no, pues Tolvedier hablaba tan rápido que no estaba segura de haber escuchado correctamente lo que dijo, así que tan sólo sonrió y se llevó a su niño en brazos, sin darle más importancia al asunto.

En la librería, nuestro joven amigo, depositaba con cariño al gatito Sherlock en su canasta de mimbre cubierta por su suave y esponjosa mantita tejida.

Tolvedier se preparó un termo con té chai, se puso un abrigo, apagó las luces de la librería siempre abierta, que aquella noche estaría cerrada y salió a la calle susurrando hermosas palabras en otro idioma, uno que no pertenece a esta tierra, sino a las estrellas.

Al final de la amplia calle, donde terminaban los puestos de la feria, Tolvedier dispuso una pequeña caja hexagonal hecha de cobre que él mismo había diseñado y grabado con diminutas estrellas, la caja reflejaba la luz de la luna con tenues reflejos dorados. Tolvedier se arrodilló junto a la cajita, puso sus manos sobre ella, silbó una tonada dulce que ni siquiera el viento había escuchado antes, y luego pronunció estas palabras ¡Tähtiä hilfe paista unet!

El pequeño hexágono de cobre se abrió, de éste se desplegaron cientos de engranes diminutos que brillaban con luz propia, cada engrane parecía una abeja. Se elevaron varios metros hacia el cielo, formando varias constelaciones y al mismo tiempo, delinearon la silueta de una gigantesca carpa. Cuando estuvieron en la posición correcta, Tolvedier extendió los brazos, así como hacen los directores de orquestas ¡y puf! Aquellos engranes en forma de abeja dejaron caer un fino velo de luz y polvillo, que al contacto con la brisa fresca de la noche se convirtió en una resistente tela plateada. Tolvedier retrocedió unos pasos para apreciar la gran carpa plateada y sonriendo abrió su termo de té y le dio un buen trago.

 

Al interior de la carpa, los engranes ya no parecían abejas, ahora eran grandes estrellas refulgentes que le daban un toque teatral y hermoso al lugar.

Tolvedier pasó el resto de la noche armando un escenario, y disponiendo sillas.

Cuando la aurora ya teñía el cielo, la gran carpa plateada estaba lista para el mejor espectáculo de magia, música y sueños que jamás hubiera imaginado alguien.

 

Ya entrada la mañana, Bruno y su mamá, la señora Ruthelina al fin llegaban a la gran carpa plateada que se levantaba deslumbrante por sobre todas las otras carpas de la feria.

-¿Señor Polvorón?

-¡Mamá! -reclamaba Bruno- No se llama polvorón, se llama Tolve...

-Eso dije hijito, Polverón

-¡Bruno!- gritaba emocionado Tolvedier ¡madame Brutalina! Buenos días

-Rutheli...

-Eso es lo que dijo mami- interrumpió Bruno a manera de broma mientras le entregaba a Tolvedier un vaso de café bien calientito y un rol de canela recién horneado que habían comprado en la cafetería.

-Muchas gracias Bruno, gracias madame. Me hacía mucha falta, pero siéntense, díganme que les parece el escenario.

 

La señora Ruthelina y Bruno se quedaron con la boca abierta, porque era un escenario maravilloso, las cortinas de terciopelo color turquesa y las pequeñas estrellas que flotaban por doquier le daban un toque absolutamente mágico. Al centro del escenario se encontraba un hermoso piano blanco de cola y varios instrumentos alienados esperando su turno de brillar.

-¿Qué clase de espectáculo van a presentar? -decía fascinada la señora Ruthelina mientras unas diminutas estrellas jugaban con sus rizos.

¡DE MAGIA! -exclamaron Tolvedier y Bruno al unísono.

-Pero todavía no es hora de revelar todos nuestros secretos, así que madame Ricolina tendré que pedirle que nos deje ensayar a solas, después de todo, queremos sorprenderla-

El mágico brillo de las diminutas estrellas tenía embobada a la señora Ruthelina que sin rechistar, simplemente le dio a Bruno un besito en la mejilla y se retiró.

-Tolvedier -decía Bruno ¿Me perdonas?

-¿Perdonarte porqué amiguito?

-Porque ayer me quedé dormido y no te ayudé a trazar los mapas

-¡Ah! ¡pero si me ayudaste!

-¿Cómo?

-Mientras tu soñabas, hiciste llover polvo de estrellas sobre toda la gente que debemos ayudar a soñar, ya todos están señalados y ese polvo lleno de magia y sueños que tú hiciste llover hará que todas esas personas vengan, nuestro trabajo ya ha empezado Bruno.

-¿Yo hice eso?  Wow

-Soñar, así como lo hacemos tú y yo, no es tan sencillo Bruno, traer verdadera magia al mundo real, requiere de mucha fortaleza, hiciste un gran trabajo, aunque a ti no te lo parezca.

- ¿Tolvedier?

-Dime

¿Por qué tú y mi mamá nunca se dicen bien sus nombres?

-Creo que porque es divertido Bruno, supongo que a tu mamá le gusta jugar con las palabras. Las palabras amiguito, son muy poderosas, pueden hacerte sonreír y animarte o lastimarte, siempre debes escoger muy bien tus palabras Bruno, no hay nada más mágico que las palabras. Con ellas podemos construir y destruir. Procura siempre ser constructor Bruno, siempre.

 

A Bruno le parecía que no había una verdad más grande que esa, las palabras importan mucho, como cuando a uno le dicen que ha hecho un buen trabajo,o que se ha esforzado, uno se siente bien, pero no es lo mismo cuando a uno le dicen tonto o baboso o burro, uno se siente mal, duele, aunque solo sean palabras. Era cierto, las palabras son poderosas, y hay que cuidarlas.

-Bruno ¿estas listo para nuestro gran ensayo?

-¡Por supuesto!

 

Después de practicar varias horas, Tolvedier sacó de un cofre forrado en terciopelo verde, un antiguo fonógrafo, solo que a ése no había que darle cuerda, era mecánico y podía tocar todo el día. En él, Bruno y Tolvedier grabaron este mensaje:

¡Mañana por la noche habrá un espectáculo de magia y música como nunca han visto!

Entrada gratuita a todos los que vayan a la librería Siempre abierta y mencionen cual es su libro preferido de cuando eran niños, repetimos. ENTRADA GRATUITA A QUIEN VAYA A LA LIBRERÍA Y MENCIONE SU LIBRO FAVORITO DE CUANDO ERAN NIÑOS.

-Bruno -decía Tolvedier.

-¿Si?

-¡Corre!

El anuncio solo había estado sonando un par de minutos, mismo tiempo que les tomó a Tolvedier y Bruno llegar a la Librería Siempre Abierta, sin embargo la fila de personas esperando entrar ya era larga.

-¡Sherlock, Bruno a sus puestos!

En cuanto Tolvedier abrió la puerta persona tras persona entraba a la librería mencionando su libro favorito de la infancia y Sherlock y Bruno debían buscar esos libros y entregarlos mientras Tolvedier les daba también su boleto de entrada.

En cuestión de minutos los mil boletos ya habían sido entregados, junto con mil libros de cuentos, poesías y novelas de aventuras principalmente.

Hasta el gatito estaba exhausto de correr por todas las repisas tirando libros a diestra y siniestra. Pero lo habían logrado. Para celebrarlo, Tolvedier le preparó a Sherlock un buen filete de pescado y para él y Bruno una hamburguesa con queso, papas fritas y una enorme malteada porque habían trabajo arduamente todo el día.

Lo último que hicieron antes de despedirse ese día, fue probarse los elegantes trajes que Tolvedier había mandado hacer. Ahora lo único que restaba, era presentar el gran espectáculo en la carpa plateada.

CONTINUARÁ...

PARTE 9: https://sognareprofundere.blogspot.com/2020/10/el-catalejo-lapislazuli-parte-ix.html

PARTE 7: https://sognareprofundere.blogspot.com/2020/10/el-catalejo-lapislazuli-parte-vii_16.html

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