domingo, 5 de julio de 2020

EL CATALEJO LAPISLÁZULI parte II

EL CATALEJO LAPISLÁZULI


LES SUGIERO LEER ESCUCHANDO EL VIDEO QUE ESTÁ AL FINAL :D





PARTE 2

SIEMPRE ABIERTA

 



-Tolvedier, es mi nombre, soy librero, bibliotecario e inventor. Ávido lector, músico de corazón, buen dibujante, gran navegante, artista y a veces cantante. Soñar es mi profesión y ésta es mi librería y también mi mansión. ¿Y usted, joven amigo quién es? ¿Y cómo es que terminó golpeado, empapado, triste, cabizbajo y medio ahogado, tirado en la calle como un pobre escarabajo? -Decía un joven de veintitantos años con el pelo azul y ojos grises, enfundado en un elegante traje a rayas, un reloj con leontina dorado y una corbata roja.

-Yo, yo -titubeaba el niño- Soy Bruno, estudio el quinto grado en el colegio San Racoon. Tenía que llegar a casa, pero la tormenta ...

-¡No se diga más! -decía alegre el joven Tolvedier. Las tormentas, Bruno, pueden ser muy peligrosas. En especial si rugen, no como rugen los leones, sino como un monstruo sacado de las leyendas griegas. Esas tormentas son de temer, no importa si estás en el mar, en la cima de una montaña, o atascado en una inmensa ciudad plagada de acero y concreto. Aunque también es sabido que una salvaje tormenta puede llevarnos a lugares más tranquilos, diferentes, incluso mágicos.

-¡Eso mismo decía mi abuelo!

-Pues tu abuelo es muy sabio Bruno.

-Era -dijo entristecido el niño-

Tolvedier lo miró con ternura, puso su mano en el hombro del chico, le sonrió y dijo : “ La energía no se crea ni se destruye, solo se transforma”. Tu abuelo no se ha ido Bruno, somos energía. Eso quiere decir que tan sólo nos transformamos. Yo creo que ahora mismo tu abuelo es parte de esta tormenta, parte lluvia, relámpago y trueno. Parte luz y viento, parte una nueva estrella que te ve desde el firmamento. Y, por supuesto, es parte de ti. Tu abuelo es un trocito de tu corazón y gran parte de tus recuerdos. También lo encontrarás en tu futuro, pues todo lo que hagas y la persona en la que te conviertas, será gracias a la vida de tu abuelo.

 

El niño sonrió por primera vez en todo el año. Aquellas palabras eran magia pura para su corazón adolorido. No todos los adultos se toman el tiempo de hablar con los niños. En la mayoría de las ocasiones, los adultos solo dan órdenes: haz esto, haz aquello, guarda silencio. O dicen frases como: “ve a ver la tele, los niños no entienden, eres muy chiquito”. Y luego los adultos hacen cosas tontas y desagradables, como darle a los niños golpecitos en la cabeza, despeinarlos cual si fueran mascotas o jalarles los mofletes hasta que se les ponen rojos.

Muchos adultos no entienden que los niños saben más de lo que creen, comprenden muchas cosas. Solo hay que hablar escogiendo las palabras correctas y tener un poquito de paciencia. Claro, muy pocos adultos conocen muchas palabras que sean correctas, y ya casi no les queda paciencia.

Tolvedier no era como esos adultos. Él escuchaba, se notaba que sabía muchas cosas. quizá era porque estaba rodeado de tantísimos libros, quizá porque era inventor y artista o porque había algo en él que estaba hecho de magia. La magia existe. Aún en este mundo y este tiempo, pero solo pueden verla aquellos que están dispuestos a creer.

Bruno seguía sonriendo pensando en las palabras de Tolvedier.

-¿Usted inventó esa frase? ¿La de la energía que no se destruye?

-¡Me encantaría decirte que si! -decía el joven mientras le daba a Bruno una toalla limpia y esponjosita para que se secara- pero no, el autor de tan grandes palabras era un químico francés llamado Antoine-Laurent Lavoisier.

-Yo todavía no estudio química, hay mucho que no sé.

-Hay muchas cosas que no sabemos, Bruno, para eso es la escuela y los libros. ¿Te gusta leer?

-¡Mucho! Tengo bastantes, pero no tantos como todos lo que tiene usted aquí.

-Por favor, dime Tolvedier. Parece que has tenido un día bastante malo ¿eh?- Decía el joven mirando la manita lastimada del niño, su labio hinchado, los lentes rotos, el uniforme desgarrado y su mochila inundada- primero lo primero, vamos a poner la tetera para entrar en calor. No hay nada que una buena taza de té, o café no puedan mejorar.

-Mi mamá no sabe hacer té, bueno, lo hace pero no queda sabroso. Siempre pedimos comida a domicilio o comida de lata ¡también hay té de lata!

-Eso no puede ser delicioso Bruno.

-Es lo que mamá sabe hacer, abrir latas.

-Bueno, eso es mejor que nada, pero hoy probarás un verdadero té muy rico y especial.

Tolvedier se quitó el saco, arremangándose la camisa y se apresuró hacia una bellísima escalera de caracol. Se escuchaba perfecto cómo llenaba la tetera y la ponía al fuego. Al cabo de unos minutos, el joven bajó con una charola de cristal precioso que hacía bailar el reflejo de las luces por toda la librería; en ella había dos tazas de un té muy oscuro pero que olía riquísimo, leche y galletitas de mantequilla que de inmediato hicieron a la barriguita de Bruno rugir como un pequeño león, cosa que avergonzó al niño, pero Tolvedier no le dio importancia. Tan solo sacó de su escritorio un botiquín de primeros auxilios y curó el labio y la mano del niño. Luego le sirvió el té con mucha leche calientita y azúcar morena.

-Es té chai -decía Tolvedier agregando azúcar a su taza- es muy famoso este té en la India, tiene muchas especias ricas, a mí me gusta porque sabe a otoño, y en días lluviosos y fríos es como beber un abrazo. Cuando uno tiene un mal día es bueno beber algo reconfortante porque de repente, todo mejora un poquito ¿no crees?

-Si -murmuraba Bruno pegándole tremendos mordiscos a las galletitas. Era cierto. Sentado entre tantos libros y con ese té delicioso, Bruno había olvidado sus preocupaciones. Ya no se acordaba que estaba perdido ni que se habían arruinado su uniforme y sus útiles.

-Bruno ¿qué te parece si llamas a tu mamá para que venga a recogerte y mientras tanto, quiero que recorras la librería y escojas algún tomo que te guste. -la cara del niño primero se iluminó y luego una sombra de tristeza lo nubló todo.

-Si señor- dijo cabizbajo.

 

Mientras Bruno marcaba el número de su madre en el teléfono de la librería, Tolvedier tomó su relo de bolsillo, lo abrió con cuidado, dejando al descubierto otro compartimento secreto que abría únicamente con la llave en forma de broche que prendía de su corbata. Se acercó el reloj a los labios, susurró algunas palabras y las luces de la librería comenzaron a parpadear como si la electricidad estuviera fallando. Todo quedó a oscuras por varios minutos. Bruno no terminó de marcar el número de su madre, agarró con ambas manos la bocina del teléfono y se la pegó el pecho, igual que uno se aferra a su peluche favorito, porque la oscuridad es tenebrosa.

El niño cerró los ojos, cosa que hacía cuando se sentía asustado. Entonces escuchó unos ruidos muy extraños. La librería entera se estremecía un poco, era apenas perceptible. Sonaba como trozos de metal entrechocando, pero suavemente, como cascabeles o campanillas de viento.

Los ojos de Bruno se ajustaron a la penumbra y vio con claridad cómo del elegante reloj de Tolvedier, salían estas piezas diminutas, engranes, tornillos, resortes. Todas esas pequeñas piezas saltaban por el piso o volaban, también salían del gran reloj en una de las paredes de la librería, de los barandales de hierro de la escalera; incluso de la caja registradora. Cada una de esas piezas de metal asemejaba un montón de luciérnagas o catarinas, abejitas o escarabajos. Cada uno rodeó a Bruno y comenzaron a arreglar su uniforme desgarrado y los lentes estrellados. Otro montón de piezas mecánicas se arremolinó en su mochila, dejándola impecable, al igual que sus cuadernos, libros, colores y el teléfono celular, que volvió a encender como si nada le hubiera ocurrido.

Las luces parpadearon una vez más, y luego todo regresó a la normalidad. El niño miraba a su alrededor buscando esos engranes y tornillos que habían arreglado sus cosas, pero ya no estaban, no podía verlos. Al otro lado del pasillo, Tolvedier sonreía misteriosamente mientras cerraba su reloj.

-Bruno, llama a tu mamá antes de que preocupe.

-¡Esto es magia! -gritó feliz Bruno- Tolvedier ¿eres un mago?

-¿Un mago? Hmmm, pues no lo había pensado ... veamos, soy librero, bibliotecario e inventor. Ávido lector, músico de corazón, buen dibujante, gran navegante, artista y a veces cantante. Soñar es mi profesión. No, parece que no soy mago Bruno.

-¿Pero si no es magia como lo hiciste?

-La magia, joven amigo, existe, aunque no seas mago. Algunas veces basta con creer que lo imposible puede suceder.

-Pero ...

-Ahora apresúrate a escoger un libro antes de que vengan a recogerte -interrumpió Tolvedier dándole un buen trago a su té-.

Bruno miró los diferentes pasillos habitados de bellos libreros de roble que llegaban hasta el techo. Cada repisa colmada de libros. ¡Había tantos! No sabía cual escoger, había de caballeros, dragones, dinosaurios, leyendas del oriente, cuentos medievales. El corazón del niño latía con fuerza porque de verdad amaba los libros. Eran como viejos amigos que siempre te esperan con los brazos abiertos para llevarte a una aventura.


Bruno pasaba los dedos por las repisas, acariciando el lomo de los libros, cuando de repente, dejó de sentir las portadas de papel o cuero y sintió algo muy peludo. Un precioso gato negro con su pelaje bien brillante, e intensos ojos color ámbar, miraba al niño con sorpresa y un poco de enojo, porque Bruno estaba sujetando su cola. Al darse cuenta, el niño soltó de inmediato la cola del gato. Éste saltó a otro librero, se estiró, bostezó y luego ¡zaz! Dejó caer un par de libros desde las más altas repisas haciendo que el golpe seco se escuchara como la pisada de un dinosaurio.

Tolvedier corrió para ver que había sucedido, mas al darse cuenta de que el culpable, era el gato, simplemente sonrió.

-Veo que ya conociste a Sherlock.

-¿Sherlock?

-Si, es igual de listo que ése famoso detective, Sherlock Holmes, y prácticamente también es dueño de la librería, digamos que somos socios. Sherlock conoce este lugar tan bien como yo, incluso mejor. Él sabe con exactitud que libro necesita cada cliente. Veamos que es lo que Sherlock te recomienda. Muy interesante, mira, un libro con los mapas de la ciudad y la historia de sus calles, incluye fotografías. ¡También te recomienda una novela muy buena! “La vuelta al mundo en ochenta días” de Julio Verne ¿ya la habías leído Bruno?

-No, no señor.

-Dime Tolvedier, eso de señor no me gusta mucho, suena a alguien muy serio que haba de cosas muy aburridas. Esta novela, mi joven amigo, no tiene nada de aburrida ¡es un gran clásico! Esto es lo que Sherlock recomienda, pero claro, puedes elegir otra cosa.

-Pero, el gato eligió dos libros, no tengo dinero para pagarlos.

-No te preocupes, yo no sólo vendo libros, les busco un hogar. Y sé que le darás buen uso al libro de mapas, así ya no te perderás y aprenderás mucho de la ciudad en donde vives, porque eso de confiar en los teléfonos celulares para guiarse no es tan buena idea. A veces uno necesita papel, algo tangible, algo a lo que no se le vaya la señal, se le pierda el WI-FI, o debas recargar a cada rato. Y la novela, presiento que te va a gustar. Habla de un gran viaje, y a ti te gusta mucho viajar ¿no es así?

-La verdad no he podido viajar mucho.

-¿Cómo? ¿No habías dicho que te encanta leer?

-¡Si, por supuesto!

-Pues leer es equivalente a viajar Bruno, un buen libro te lleva a lugares increíbles aún cuando te quedes en casa. Nada, escúchame bien, absolutamente nada puede detener tu imaginación. ¡Cuántas aventuras he vivido con estos viejos amigos! He sido pirata, le he dado la vuelta al mundo entero, he acompañado a los más famosos caballeros de la mesa redonda, asistí al baile de cenicienta, conocí a cierto cuervo de un famoso poema. ¡He sido amigo de gigantes y montado legendarios dragones y cientos de aventuras más!

Bruno podía ver que, al igual que él, Tolvedier también consideraba a los libros buenos amigos.

 

-¡Hola! ¡Buenas tardes! -decía una dama bajita de grandes rizos rebeldes que se le pegaban al rostro- ¡Bruno! ¿Dónde estás?

-¡Es mi mamá! -decía el niño apresurándose a la entrada de la librería-

-Buenas tardes madame, Tolvedier, es mi nombre, soy librero, bibliotecario e inventor. Ávido lector, músico de corazón, buen dibujante, gran navegante, artista y a veces cantante. Soñar es mi profesión y ésta es mi librería y también mi mansión. Y usted debe ser la mamá de Bruno.

-Si, soy Ruthelina -decía la señora un poco confundida-

-Madame Ruthelina, Bruno se encuentra bien, tan solo se perdió y estaba empapado y asustado, pero ya se ha secado y está listo para ir a su casa.

-Lo siento mamá -decía Bruno- no sé que pasó, me perdí.

-Ay mi corazón, no volveré a dejarte solo, todavía estás muy chiquito, esto es mi culpa.

-En realidad, madame Ruthelina -interrumpió Tolvedier- fue culpa de la tormenta, si pueden desviar a las bandadas de pájaros de sus rutas y confundir a los grandes navíos, ¡imagínese lo que le puede hacer a un niño de once años! Bruno se norteó. En esta ciudad, donde todas las calles se parecen, es fácil perderse si uno no ha aprendido a leer mapas ¿no está usted de acuerdo?

La señora Ruthelina no comprendía muy bien lo que estaba sucediendo. Ella era uno de esos adultos que dicen frases tontas y hacen cosas desagradables: como jalarle los mofletes a los niños. A ella, como muchos otros adultos, las palabras de los niños le entraban por una oreja y le salían por la otra. Tolvedier lo sabía ¡incluso el gato Sherlock lo sabía! Por ello el gatito decidió terminar aquella conversación dejando caer otros dos libros. El primero era El principito, de Antoine De Saint- Exúpery porque quizá con las bellas palabras que contenía aquel libro ella podría ver lo que es realmente importante; y el segundo libro era uno de recetas de cocina para principiantes.

-¡Oh mire lo que ha traído el gato! -exclamaba Tolvedier- mientras metía en una bolsa los libros para Bruno y para su mamá.

-Es usted muy amable señor Valverde, pero no es necesario.

-El nombre correcto es Tol-ve-dier, madame Ruthelina, y no es gran cosa, vayan a casa, disfruten los libros y vuelvan cuando quieran. Mi librería siempre está abierta, como dice el letrero, siempre abierta ... y si no lo está, sólo toque.

-De verdad no es necesario señor Barba verde.

-Insisto madame Rumiantina.

- Ruthelina, señor.

-Eso dije, madame Bambalina.

-Pero señor Torcedor, no puedo pagar los libros.

- Llévelos, son un regalo, especialmente el de cocina, anden, vayan a casa, disfruten los libros, aprenda a cocinar madame Ratolina, vuelvan cuando quieran. ¡Mi librería siempre está abierta! Decía con una enorme sonrisa Tolvedier deslizando discretamente el broche de su corbata en el libro de mapas de Bruno.


-Estudia los mapas Bruno, estoy seguro de que encontrarás grandes sorpresas. Uno nunca sabe cuando podría empezar una gran aventura. Memoriza los mapas mi joven amigo, no lo olvides. Sherlock y yo te estaremos esperando ¡porque mi librería siempre está abierta!

Bruno había notado que aquel misterioso y simpático joven había deslizado algo entre los libros, y deseaba llegar a casa lo más pronto posible para averiguar que era...

CONTINUARÁ...

PARTE 3 AQUÍ:https://sognareprofundere.blogspot.com/2020/07/el-catalejo-lapislazuli-parte-iii.html

PARTE 1 AQUÍ: https://sognareprofundere.blogspot.com/2020/07/el-catalejo-lapislazuli.html

si les gustó la música no olviden visitar el canal de estos artistas https://www.youtube.com/user/Balti26000

4 comentarios:

  1. Bueno, este segundo capítulo tiene mucha miga. Todo lo que le dice Tolvedier a Bruno es una lección de vida. Todo es verdad, este librero conoce muy bien la relación de los adultos con los niños, a veces los tratamos como si fueran tontos.
    Me encanta la explicación de dónde se encuentra su abuelo, el juego de nombres entre Tolvedier y madama Ruthelina es graciosísismo y el detalle del libro de cocina para que aprende a cocinar buenísimo. Espero el tercer capítulo.
    La música muy bonita.
    Enhorabuena.

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    1. Aaahhhh muchas gracias por venir a leer y comentar, y si Conchi, ese Tolvedier sabe un montón de cosas. Me alegro que te gustara . Te abrazo muy fuerte 😽💜💙

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  2. ¡Qué relato más bonito! Está lleno de magia. Me ha encantado el personaje del librero, es una pasada, y lo que dice al principio sobre el abuelo que no muere, sino que se transforma simplemente y está en todas partes. Es muy grato leer estos cuentos sin edad, y no es fácil encontrarlos en los blogs.
    Un abrazo

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    1. Muchísimas gracias preciosa!!! Me alegro que estés disfrutando la historia, un abrazo gordito 💚💜💙

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