EL
MISTERIOSO CASO DE LOS MONSTRUOS NAVIDEÑOS
CAPÍTULO
5
¡ODIO LA
NAVIDAD!
En
el Polo Norte, en lo más recóndito de la villa de Santa Claus, se encontraba la
Señora Claus observando todo en una antiquísima bola de cristal con los ojos
grandes como cráteres lunares, al ver que Alondra Foxter y su esposo sospechaban
de ella. En aquel momento quiso huir pero de la nada le cayó encima Peribelle
Vandalay.
-
¡Señora Claus! ¡Tenemos que detener esto!
¡Si no fuera por Alondra Foxter y su esposo yo sería un monstruo!
-
¡No deberías estar aquí! ¡Peribelle te
dije que tuvieras cuidado! ¡Esto es tu culpa por ser tan distraída! ¡Te advertí
que Al Foxter era astuta!
-
¡Nada de eso importa ahora señora Claus!
El mundo entero terminará lleno de monstruos! ¡Tenemos que revertir esto!
-
¡NO! ¡No me importa! ¡Todos son monstruos
de todas formas!
-
¡No! ¡Hay que detener esto…! –sin embargo
Peribelle aún no terminaba de hablar cuando la señora Claus susurró algo y la
brujita terminó convertida en un gran muñeco de nieve-
-
¡Guarda silencio Peribelle Vandalay!-dijo
enojada y decidida la señora Claus-
El helicóptero
de Al Foxter estaba por llegar al Polo Norte, durante su viaje no había sido
suficiente la pericia de la señorita Blizter como piloto y Santa había tenido
que usar su magia para mantener el helicóptero a salvo. Pero al fin estaban en
la villa de Santa, todos bajaron alerta, en especial el gato Kickster que de
inmediato se puso a olfatear el lugar, el rastreador satelital indicaba que
Peribelle estaba cerca pero no podían verla, Santa Claus corrió hasta su casa
buscando desesperadamente a su esposa, más la casa estaba vacía, tampoco
estaban los renos ni los duendecillos, la deslumbrante estrella en el gran pino
navideño al centro de la aldea yacía rota en el suelo y todas las luces
tiradas. Y la fábrica de juguetes, que era una bellísima antigüedad estaba
apagada y todos los obsequios que habían terminado estaban destrozados, incluso
los que ya habían montado al trineo. La aldea entera estaba a oscuras y
silenciosa.
El
duendecillo Rÿphaliik sacó un silbato de su bolsillo y lo hizo sonar, a lo
lejos, pero muy lejos, se asomó uno de los renos, se veían asustados y él y la
señorita Blizter fueron a buscarlos para meterlos en el establo.
Alondra
Foxter no se rendía fácilmente y seguía el rastro de Peribelle con su GPS, el
gato, que no dejaba de olisquear, se detuvo de repente frente al muñeco de nieve
y empezó a ronronear e intentó “amasarlo”.
-
¿Peribelle? –preguntó dudosa Alondra–
¿eres tú?
-
Hmmmm –se escuchaba desde el interior del
muñeco de nieve-
-
¡Alondra! –gritaba Santa corriendo hacia
ella a toda prisa– ¡Alondra! ¡Mi esposa no está, la aldea está destruida, creo
que Peribelle ha hecho todo esto.
-
Santa… no ha sido Peribelle…
-
¿Cómo dices? ¿Cómo lo sabes?
-
Escucha a este muñeco de nieve –Santa se
acercó al muñeco que no tenía una sonrisa como todos los que adornaban la
aldea, sino una mueca de dolor y tristeza-.
-
¿Peribelle? –interrogó Santa–
-
Hmmm, hmmmm a… a…. ayuda…
-
¡Peribelle! ¡Por el niño Dios! ¿Qué ha
pasado? –sendas lágrimas comenzaron a correr por el rostro de Santa Claus mientras
con sus dedos dibujaba algunos símbolos mágicos sobre la nieve para que
Peribelle Vandalay fuera humana de nuevo– Lo siento tanto Peribelle…
-
¡Es mi culpa Santa! –por fin decía
Peribelle mientras era envuelta en mantas y la llevaban al interior de la casa-
Después
de hacer que Peribelle Vandalay entrara en calor Alondra Foxter se sentó frente
a ella, sus rojos y alargados rizos caían sobre su rostro enmarcando sus
profundos ojos violetas, la tomó de las manos y le pidió que les contara toda
la verdad, no había enojo en la voz de Alondra, ni lástima, tampoco arrogancia,
lo cual sorprendió a Peribelle que aun tiritando de frío y miedo al verse
convertida en dos criaturas fantásticas en una sola noche se dispuso a
contarles la historia.
Había
sido una Navidad terrible, como todas las Navidades de Peribelle desde que
había quedado al cuidado de sus tíos, que siempre le dejaban claro que no la
querían pues tan solo la habían acogido porque era su deber, no porque
quisieran. Y cada Navidad como cada cumpleaños o cualquier otra festividad, la
mandaban a su habitación sin cenar, sin obsequios ni cariños, o un solo gesto
de bondad. Una de esas navidades Peribelle Vandalay se encontraba viendo el
horizonte por la ventana, contando los copos de nieve que caían en su cristal
cuando la vio, una abuelita adorable con gran vestido rojo y un abrigo a juego,
tenía una canasta y le hacía señas de que bajara, A Peribelle le habían
enseñado a no hablar con extraños, pero pensó que una abuelita en nochebuena no
podía ser mala persona así que se salió por la ventana y bajó por el tejado.
La señora
Claus fue quien le había mostrado bondad por primera vez en mucho tiempo a
Peribelle.
Le dejó
su canasta llena de bocadillos y dulces y hasta le regaló una bufanda, gorro y
guantes tejidos a mano, hermosos y calientitos, la abrazó y le dijo que no se
entristeciera, que al final todo iría bien, que siempre podría contar con ella,
esa Navidad la señora Claus lanzó un hechizo, primero para ser invisible y que
los tíos de Peribelle no la notaran y el otro para que ellos tuvieran corazón y
trataran bien a la chica, al menos hasta que ella pudiera valerse por sí sola,
había sido la señora Claus quien le había enseñado algo de magia y luego la
puso en la dirección correcta para ser una buena brujita blanca, y con el pasar
de los años la señora Claus le confesó a Peribelle que odiaba la Navidad,
porque siempre estaba sola, pues Santa Claus tenía que irse y últimamente la Navidad
era insoportable porque ella veía cuanto trabajaba su esposo y los duendecitos
y toda la aldea para llevar tantos y tantos regalos vacíos a los niños que
estaban igual de vacíos, le dolía ver que ya muy pocos sabían el verdadero
significado de la Navidad y cada año se volvían más y más codiciosos y la
señora Claus lloraba, y Peribelle lloraba pues también odiaba la Navidad porque
no le gustaba estar sola y ya Santa
Claus no la visitaba más. Y ambas comenzaron a trazar su descabellado plan para
enseñarle al mundo una lección. Porque para ellas la Navidad no era divertida y
el mundo entero parecía haberse olvidado de las cosas que eran importantes.
-
¡PERIBELLE HA DICHO LA VERDAD! –exclamó
abriendo la puerta de par en par la Señora Claus- ¡HE SIDO YO LA QUE PLANEÓ
TODO ESTO PORQUE ODIO LA NAVIDAD! ¡ODIO QUE LA GENTE SE VUELVA LOCA COMPRANDO
BARATIJAS, ODIO QUE MI ESPOSO NO DESCANSE NUNCA PARA CUMPLIR TANTO DESEO VACÍO,
ODIO ESTAR SOLA SIEMPRE EN NAVIDAD, ODIO QUE YA A LOS NIÑOS NO LES IMPORTA EL
VERDADERO SIGNIFICADO DE ESTA FECHA TAN IMPORTANTE, ODIO LA NAVIDAD Y HOY TODO
EL MUNDO LA ODIARÁ TAMBIÉN!
Continuará…
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