sábado, 22 de diciembre de 2018

EL MISTERIOSO CASO DE LOS MONSTRUOS NAVIDEÑOS, CAPÍTULO 5


EL MISTERIOSO CASO DE LOS MONSTRUOS NAVIDEÑOS
CAPÍTULO 5
¡ODIO LA NAVIDAD!


En el Polo Norte, en lo más recóndito de la villa de Santa Claus, se encontraba la Señora Claus observando todo en una antiquísima bola de cristal con los ojos grandes como cráteres lunares, al ver que Alondra Foxter y su esposo sospechaban de ella. En aquel momento quiso huir pero de la nada le cayó encima Peribelle Vandalay.
-               ¡Señora Claus! ¡Tenemos que detener esto! ¡Si no fuera por Alondra Foxter y su esposo yo sería un monstruo!
-            ¡No deberías estar aquí! ¡Peribelle te dije que tuvieras cuidado! ¡Esto es tu culpa por ser tan distraída! ¡Te advertí que Al Foxter era astuta!
-            ¡Nada de eso importa ahora señora Claus! El mundo entero terminará lleno de monstruos! ¡Tenemos que revertir esto!
-            ¡NO! ¡No me importa! ¡Todos son monstruos de todas formas!
-            ¡No! ¡Hay que detener esto…! –sin embargo Peribelle aún no terminaba de hablar cuando la señora Claus susurró algo y la brujita terminó convertida en un gran muñeco de nieve-
-            ¡Guarda silencio Peribelle Vandalay!-dijo enojada y decidida la señora Claus-

El helicóptero de Al Foxter estaba por llegar al Polo Norte, durante su viaje no había sido suficiente la pericia de la señorita Blizter como piloto y Santa había tenido que usar su magia para mantener el helicóptero a salvo. Pero al fin estaban en la villa de Santa, todos bajaron alerta, en especial el gato Kickster que de inmediato se puso a olfatear el lugar, el rastreador satelital indicaba que Peribelle estaba cerca pero no podían verla, Santa Claus corrió hasta su casa buscando desesperadamente a su esposa, más la casa estaba vacía, tampoco estaban los renos ni los duendecillos, la deslumbrante estrella en el gran pino navideño al centro de la aldea yacía rota en el suelo y todas las luces tiradas. Y la fábrica de juguetes, que era una bellísima antigüedad estaba apagada y todos los obsequios que habían terminado estaban destrozados, incluso los que ya habían montado al trineo. La aldea entera estaba a oscuras y silenciosa.

El duendecillo Rÿphaliik sacó un silbato de su bolsillo y lo hizo sonar, a lo lejos, pero muy lejos, se asomó uno de los renos, se veían asustados y él y la señorita Blizter fueron a buscarlos para meterlos en el establo.
Alondra Foxter no se rendía fácilmente y seguía el rastro de Peribelle con su GPS, el gato, que no dejaba de olisquear, se detuvo de repente frente al muñeco de nieve y empezó a ronronear e intentó “amasarlo”.
-            ¿Peribelle? –preguntó dudosa Alondra– ¿eres tú?
-            Hmmmm –se escuchaba desde el interior del muñeco de nieve-
-            ¡Alondra! –gritaba Santa corriendo hacia ella a toda prisa– ¡Alondra! ¡Mi esposa no está, la aldea está destruida, creo que Peribelle ha hecho todo esto.
-            Santa… no ha sido Peribelle…
-            ¿Cómo dices? ¿Cómo lo sabes?
-            Escucha a este muñeco de nieve –Santa se acercó al muñeco que no tenía una sonrisa como todos los que adornaban la aldea, sino una mueca de dolor y tristeza-.
-            ¿Peribelle? –interrogó Santa–
-            Hmmm, hmmmm a… a…. ayuda…
-            ¡Peribelle! ¡Por el niño Dios! ¿Qué ha pasado? –sendas lágrimas comenzaron a correr por el rostro de Santa Claus mientras con sus dedos dibujaba algunos símbolos mágicos sobre la nieve para que Peribelle Vandalay fuera humana de nuevo– Lo siento tanto Peribelle…
-            ¡Es mi culpa Santa! –por fin decía Peribelle mientras era envuelta en mantas y la llevaban al interior de la casa-

Después de hacer que Peribelle Vandalay entrara en calor Alondra Foxter se sentó frente a ella, sus rojos y alargados rizos caían sobre su rostro enmarcando sus profundos ojos violetas, la tomó de las manos y le pidió que les contara toda la verdad, no había enojo en la voz de Alondra, ni lástima, tampoco arrogancia, lo cual sorprendió a Peribelle que aun tiritando de frío y miedo al verse convertida en dos criaturas fantásticas en una sola noche se dispuso a contarles la historia.
Había sido una Navidad terrible, como todas las Navidades de Peribelle desde que había quedado al cuidado de sus tíos, que siempre le dejaban claro que no la querían pues tan solo la habían acogido porque era su deber, no porque quisieran. Y cada Navidad como cada cumpleaños o cualquier otra festividad, la mandaban a su habitación sin cenar, sin obsequios ni cariños, o un solo gesto de bondad. Una de esas navidades Peribelle Vandalay se encontraba viendo el horizonte por la ventana, contando los copos de nieve que caían en su cristal cuando la vio, una abuelita adorable con gran vestido rojo y un abrigo a juego, tenía una canasta y le hacía señas de que bajara, A Peribelle le habían enseñado a no hablar con extraños, pero pensó que una abuelita en nochebuena no podía ser mala persona así que se salió por la ventana y bajó por el tejado.
La señora Claus fue quien le había mostrado bondad por primera vez en mucho tiempo a Peribelle.
Le dejó su canasta llena de bocadillos y dulces y hasta le regaló una bufanda, gorro y guantes tejidos a mano, hermosos y calientitos, la abrazó y le dijo que no se entristeciera, que al final todo iría bien, que siempre podría contar con ella, esa Navidad la señora Claus lanzó un hechizo, primero para ser invisible y que los tíos de Peribelle no la notaran y el otro para que ellos tuvieran corazón y trataran bien a la chica, al menos hasta que ella pudiera valerse por sí sola, había sido la señora Claus quien le había enseñado algo de magia y luego la puso en la dirección correcta para ser una buena brujita blanca, y con el pasar de los años la señora Claus le confesó a Peribelle que odiaba la Navidad, porque siempre estaba sola, pues Santa Claus tenía que irse y últimamente la Navidad era insoportable porque ella veía cuanto trabajaba su esposo y los duendecitos y toda la aldea para llevar tantos y tantos regalos vacíos a los niños que estaban igual de vacíos, le dolía ver que ya muy pocos sabían el verdadero significado de la Navidad y cada año se volvían más y más codiciosos y la señora Claus lloraba, y Peribelle lloraba pues también odiaba la Navidad porque no le gustaba estar sola  y ya Santa Claus no la visitaba más. Y ambas comenzaron a trazar su descabellado plan para enseñarle al mundo una lección. Porque para ellas la Navidad no era divertida y el mundo entero parecía haberse olvidado de las cosas que eran importantes.
-             ¡PERIBELLE HA DICHO LA VERDAD! –exclamó abriendo la puerta de par en par la Señora Claus- ¡HE SIDO YO LA QUE PLANEÓ TODO ESTO PORQUE ODIO LA NAVIDAD! ¡ODIO QUE LA GENTE SE VUELVA LOCA COMPRANDO BARATIJAS, ODIO QUE MI ESPOSO NO DESCANSE NUNCA PARA CUMPLIR TANTO DESEO VACÍO, ODIO ESTAR SOLA SIEMPRE EN NAVIDAD, ODIO QUE YA A LOS NIÑOS NO LES IMPORTA EL VERDADERO SIGNIFICADO DE ESTA FECHA TAN IMPORTANTE, ODIO LA NAVIDAD Y HOY TODO EL MUNDO LA ODIARÁ TAMBIÉN!
Continuará…



   








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