martes, 18 de diciembre de 2018

EL MISTERIOSO CASO DE LOS MONSTRUOS NAVIDEÑOS, CAPÍTULO 2



EL HORRIPILANTE CASO DE LOS MONSTRUOS NAVIDEÑOS
CAPÍTULO 2
LAVANDA Y SALVIA

Elizabeth Segoviano TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS 2018

El helicóptero militar tipo blackhawk ya esperaba con los motores encendidos a su tripulación, así que en cuestión de minutos estaban por despegar Alondra Foxter, Kickster el gato, Santa Claus, y el duende Rÿpaliick.
Bajo el experto mando del piloto, quien era nada más y nada menos que la coqueta recepcionista y mano derecha de Al Foxter, la señorita Blizter. lograron atravesar tremendas ventiscas que actuaban como gigantescas garras queriendo retenerlos o aplastarlos como quien aplasta una mosca, aún así llegaron pronto a Ciudad Hegozentre para seguir las escazas pistas de los horripilantes monstruos ... o quizá debería decir, de los horripilantes niños.

Lo primero que Al Foxter hizo fue visitar a las primeras tres familias de los niños reportados como desaparecidos, el investigador habló con sus  padres, pero estaba más interesada en revisar sus habitaciones, computadoras personales, teléfonos y el contenido de sus mochilas.
La primer habitación correspondía a una niñita de nombre Atreya Kobinzka, tenía once años, le encantaba el ballet y era bastante buena para ello, leía revistas de moda y poseía un cuaderno con dibujos de sus propios diseños de ropa (la señorita Blizter pensó que la niña era talentosa), las paredes de su habitación estaban decoradas con carteles de boy bands y estrellas de cine, pero en su computadora no se veía mucho rastro de la personalidad artística de Atreya, todo de lo que hablaba con sus amigos desde hacía meses era de la interminable lista de regalos que quería para Navidad, lo único que se veía fuera de lugar era un mensaje de texto de una de sus instructoras de ballet, que le pedía que se enfocara más en sus clases y menos en el contenido de su lista de regalos absurdos, que ya estaba harta de escuchar que quería tablets, videoguejos, suscripciones a revistas, patines, tres smartphones, una cámara profesional, un abrigo de chinchilla artificial (Atreya era vegetariana y amaba a los animales) y boletos de primera clase en un vuelo a París con asiento de primera fila para la semana de la moda, eso era todo.

La segunda casa era de un niño de siete años, Bruno Pralinëé, su padre era el famoso chef estrella de la televisión matutina Mikel Pralinëé. A quien apodaban “el nazgul Pralinëé” porque era uno de los chefs laureados más estrictos, enojones, groseros y gritones y atemorizantes del mundo entero, en su cocina era dios, y más le valía a sus cocineros seguir sus mandamientos o podían terminar dentro del “especial del chef”, el pequeño Bruno había heredado el carácter enérgico, testarudo y gritón de su padre, motivo por el cual los empleados del restaurante y del estudio de televisión le decían “bebé nazgul” –es un verdadero monstruo esa criatura, dios ayude a su pobre madre que es todo un ángel- había dicho en entrevista la maquillista del programa de cocina “gourmet o muerte” que se grababa dos veces por semana.
La habitación de Bruno tenía jacuzzi, rampa para patinetas y su propio estudio de grabación, además de miles de juguetes, Al Foxter pensó que un niño al que le habían dado todo eso y todo el amor de sus padres, debía ser un niño feliz, sin embargo Bruno siempre hacía berrinches para conseguir lo que deseaba y en su teléfono lo único que había eran fotos y más fotos de autos de carreras, resulta que el nene quería su propio auto, no uno de juguete sino real, y quería que su padre le comprara el título de campeón de la serie NASCAR para Navidad.
Aunque su madre, la señora Kristin Pralinëé le había rogado al investigador que le ayudara a encontrar a su bebé, que el niño no era malo, en realidad tenía un corazón de oro y siempre le ayudaba a su padre a prepararle el desayuno a ella, que le gustaba rescatar pajaritos y era un buen estudiante pues siempre regresaba a casa con al menos una estrellita dorada por ser tan aplicado. –Al Foxter no era ajena al dolor de los padres, y si bien no podía entender como era que niños básicamente normales y buenos se habían convertido en esas criaturas horribles que acechaban a la gente, mordían, arañaban, aullaban, y de hecho hasta atacaban a otros niños, entendía que los padres sólo los querían de vuelta, en especial porque la Navidad estaba a escasos días de distancia. (y esa exactamente era la razón por la cual Alondra había tomado el caso, porque en Navidad siempre sucedían todo tipo de milagros, y había esperanza ... y si no los había, era hora de crearlos)

La última habitación que revisó Al Foxter era de un par de gemelos de nueve años, David y Andrew Mcmuscle, los chicos eran unos atletas dotados aún a esa temprana edad, y hasta hacía unos meses también habían sido ejemplares miembros de los exploradores, de ellos todo mundo decía que eran unos panes de Dios, siempre listos para ayudar y además graciosos.
Su abuelo, el señor Mcmuscle, quien había sido infante de marina le dijo al investigador que la tarde antes de su desaparición, los gemelos habían discutido acaloradamente porque no querían compartir el dinero que él les había dado como adelanto de su regalo navideño y por haberle ayudado a decorar la fachada de su casa –ellos jamás peleaban, no entiendo cómo pasó, lo último que vi es que una señorita los miraba con enfado desde la calle, porque en su pelea le aventaron sin querer una gran bola de nieve y me dijo que era una vergüenza que habiendo sido yo un soldado mis nietos no tuvieran respeto-.

El cerebro de Al Foxter trabajaba a toda prisa tratando de hacer conexiones entre los niños, pero no había nada, excepto que mientras más se acercaba la Navidad los niños se habían vuelto muy codiciosos y hasta agresivos. En aquel momento saltó del helicóptero el pequeño Kickster y se echó a correr hacia el final de la calle, Alondra de inmediato dejó sus pensamientos de lado y corrió detrás de su gato.
El felino salió disparado a toda velocidad hacia una zona boscosa  en la que pudieron ver uno de los horripilantes monstruos en plena transformación, en vez de pelo tenía púas parecidas a las de los erizos de mar, sus ojos eran saltones y descomunalmente grandes, tenía colmillos y trompa de jabalí salvaje, cornamentas que parecían supurar algún tipo de ponzoña, barriga enorme llena de pelos, escamas en las manos, lengua de serpiente ... y lo único humano que quedaba eran los tenis color rojo que seguían en sus pies, ensartados por unas uñas afiladas como garras de oso.
El monstruo vio a Al Foxter y su comitiva, aulló y se perdió en el bosque. Pero mientras todos observaban al monstruo, Kickster corría hacia unos arbustos, de ellos se escuchó un bufido como de gato, lo cual hizo que el pelaje de kickster se erizara y bufó también, ello llamó la atención de Al y logró tomar su cámara con filtro UV que detectaba el calor corporal y el cambio de temperatura, así logró ver una figura humana que se alejaba con la rapidez de un puma.




-            Al –decía Santa Claus– ¿qué piensas?
-            Que ahora las cosas van teniendo sentido Santa, esto es magia, es un hechizo, estamos lidiando con una bruja, y no debe vivir lejos.
-            ¿Una bruja? ¡Santas galletas de jengibre! ¿Y cómo la vamos a atrapar?
-            Las brujas son un poco parecidas a los ratones Santa, dejan un rastro que los gatos saben seguir a la perfección, es una suerte que mi Kickster sea un buen cazador, él nos guiará.

Alondra apenas terminaba de decir esas palabras cuando el gato nuevamente salió corriendo, esta vez en dirección al vecindario, justo al otro lado de la calle, y allí, a plena vista estaba una casita con un amplio y bien cuidado jardín, una huerta, un precioso pino que podía verse por las ventanas y una corona llena de moños en la puerta, pero también en la entrada de la puerta dos grandes macetones, uno con lavanda y otro con salvia.
Santa Claus, Alondra y el duende Rÿpaliick se miraron unos a otros completamente desconcertados y contrariados.
-            ¿Qué pasa? –decía la coqueta señorita Blizter– ¿es muy peligrosa esta bruja? ¿Qué sucede?
-            Lavanda y salvia –decía Al–  ninguna bruja malvada las soporta
-            ¿Y eso qué significa?
-            Que la bruja que ha hecho esto es una bruja buena, una bruja blanca.
-            Pero incluso la magia más blanca en las manos equivocadas ya no es blanca.
-            Pero si es una bruja blanca ¿cómo puede su magia ser oscura?
-            La magia mi niña –explicaba Santa– no es blanca ni oscura, la magia sólo es... y será como sea el corazón de la hechicera.
-            ¿Entonces esta bruja se ha hecho malvada?
-            No, no lo creo –afirmaba Al– creo que ella piensa que está haciendo un bien.
-            ¿Convertir niños inocentes en monstruos es un bien?
-            Ese es el punto señorita Blizter, ella no cree que sean inocentes.
CONTINUARÁ ...

1 comentario:

  1. Parece que esta vez, si que voy a poder comentar lo que me parece el segundo capítulo de tu cuento. Has descrito perfectamente a los chefs de los dichosos programas de cocina y a los niños que la sociedad puede convertir en personas tan caprichosas. Me ha gustado mucho que el detective sea una chica. Espero el tercer capítulo. Veremos a ver que pasa con la bruja blanca.

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