EL HORRIPILANTE CASO DE LOS MONSTRUOS
NAVIDEÑOS
CAPÍTULO 2
El
helicóptero militar tipo blackhawk ya esperaba con los motores encendidos a su
tripulación, así que en cuestión de minutos estaban por despegar Alondra
Foxter, Kickster el gato, Santa Claus, y el duende Rÿpaliick.
Bajo el
experto mando del piloto, quien era nada más y nada menos que la coqueta
recepcionista y mano derecha de Al Foxter, la señorita Blizter. lograron
atravesar tremendas ventiscas que actuaban como gigantescas garras queriendo
retenerlos o aplastarlos como quien aplasta una mosca, aún así llegaron pronto
a Ciudad Hegozentre para seguir las escazas pistas de los horripilantes
monstruos ... o quizá debería decir, de los horripilantes niños.
Lo
primero que Al Foxter hizo fue visitar a las primeras tres familias de los
niños reportados como desaparecidos, el investigador habló con sus padres, pero estaba más interesada en revisar
sus habitaciones, computadoras personales, teléfonos y el contenido de sus
mochilas.
La primer
habitación correspondía a una niñita de nombre Atreya Kobinzka, tenía once
años, le encantaba el ballet y era bastante buena para ello, leía revistas de
moda y poseía un cuaderno con dibujos de sus propios diseños de ropa (la
señorita Blizter pensó que la niña era talentosa), las paredes de su habitación
estaban decoradas con carteles de boy bands y estrellas de cine, pero en su
computadora no se veía mucho rastro de la personalidad artística de Atreya,
todo de lo que hablaba con sus amigos desde hacía meses era de la interminable
lista de regalos que quería para Navidad, lo único que se veía fuera de lugar
era un mensaje de texto de una de sus instructoras de ballet, que le pedía que
se enfocara más en sus clases y menos en el contenido de su lista de regalos
absurdos, que ya estaba harta de escuchar que quería tablets, videoguejos,
suscripciones a revistas, patines, tres smartphones, una cámara profesional, un
abrigo de chinchilla artificial (Atreya era vegetariana y amaba a los animales)
y boletos de primera clase en un vuelo a París con asiento de primera fila para
la semana de la moda, eso era todo.
La
segunda casa era de un niño de siete años, Bruno Pralinëé, su padre era el
famoso chef estrella de la televisión matutina Mikel Pralinëé. A quien apodaban
“el nazgul Pralinëé” porque era uno de los chefs laureados más estrictos,
enojones, groseros y gritones y atemorizantes del mundo entero, en su cocina
era dios, y más le valía a sus cocineros seguir sus mandamientos o podían
terminar dentro del “especial del chef”, el pequeño Bruno había heredado el
carácter enérgico, testarudo y gritón de su padre, motivo por el cual los
empleados del restaurante y del estudio de televisión le decían “bebé nazgul”
–es un verdadero monstruo esa criatura, dios ayude a su pobre madre que es todo
un ángel- había dicho en entrevista la maquillista del programa de cocina
“gourmet o muerte” que se grababa dos veces por semana.
La
habitación de Bruno tenía jacuzzi, rampa para patinetas y su propio estudio de
grabación, además de miles de juguetes, Al Foxter pensó que un niño al que le
habían dado todo eso y todo el amor de sus padres, debía ser un niño feliz, sin
embargo Bruno siempre hacía berrinches para conseguir lo que deseaba y en su
teléfono lo único que había eran fotos y más fotos de autos de carreras,
resulta que el nene quería su propio auto, no uno de juguete sino real, y
quería que su padre le comprara el título de campeón de la serie NASCAR para
Navidad.
Aunque su
madre, la señora Kristin Pralinëé le había rogado al investigador que le
ayudara a encontrar a su bebé, que el niño no era malo, en realidad tenía un
corazón de oro y siempre le ayudaba a su padre a prepararle el desayuno a ella,
que le gustaba rescatar pajaritos y era un buen estudiante pues siempre regresaba
a casa con al menos una estrellita dorada por ser tan aplicado. –Al Foxter no
era ajena al dolor de los padres, y si bien no podía entender como era que
niños básicamente normales y buenos se habían convertido en esas criaturas
horribles que acechaban a la gente, mordían, arañaban, aullaban, y de hecho
hasta atacaban a otros niños, entendía que los padres sólo los querían de
vuelta, en especial porque la Navidad estaba a escasos días de distancia. (y
esa exactamente era la razón por la cual Alondra había tomado el caso, porque
en Navidad siempre sucedían todo tipo de milagros, y había esperanza ... y si
no los había, era hora de crearlos)
La última
habitación que revisó Al Foxter era de un par de gemelos de nueve años, David y
Andrew Mcmuscle, los chicos eran unos atletas dotados aún a esa temprana edad,
y hasta hacía unos meses también habían sido ejemplares miembros de los
exploradores, de ellos todo mundo decía que eran unos panes de Dios, siempre
listos para ayudar y además graciosos.
Su
abuelo, el señor Mcmuscle, quien había sido infante de marina le dijo al
investigador que la tarde antes de su desaparición, los gemelos habían
discutido acaloradamente porque no querían compartir el dinero que él les había
dado como adelanto de su regalo navideño y por haberle ayudado a decorar la
fachada de su casa –ellos jamás peleaban, no entiendo cómo pasó, lo último que
vi es que una señorita los miraba con enfado desde la calle, porque en su pelea
le aventaron sin querer una gran bola de nieve y me dijo que era una vergüenza
que habiendo sido yo un soldado mis nietos no tuvieran respeto-.
El
cerebro de Al Foxter trabajaba a toda prisa tratando de hacer conexiones entre
los niños, pero no había nada, excepto que mientras más se acercaba la Navidad
los niños se habían vuelto muy codiciosos y hasta agresivos. En aquel momento
saltó del helicóptero el pequeño Kickster y se echó a correr hacia el final de
la calle, Alondra de inmediato dejó sus pensamientos de lado y corrió detrás de
su gato.
El felino
salió disparado a toda velocidad hacia una zona boscosa en la que pudieron ver uno de los
horripilantes monstruos en plena transformación, en vez de pelo tenía púas
parecidas a las de los erizos de mar, sus ojos eran saltones y descomunalmente
grandes, tenía colmillos y trompa de jabalí salvaje, cornamentas que parecían
supurar algún tipo de ponzoña, barriga enorme llena de pelos, escamas en las
manos, lengua de serpiente ... y lo único humano que quedaba eran los tenis
color rojo que seguían en sus pies, ensartados por unas uñas afiladas como
garras de oso.
El
monstruo vio a Al Foxter y su comitiva, aulló y se perdió en el bosque. Pero
mientras todos observaban al monstruo, Kickster corría hacia unos arbustos, de
ellos se escuchó un bufido como de gato, lo cual hizo que el pelaje de kickster
se erizara y bufó también, ello llamó la atención de Al y logró tomar su cámara
con filtro UV que detectaba el calor corporal y el cambio de temperatura, así
logró ver una figura humana que se alejaba con la rapidez de un puma.
-
Al –decía Santa Claus– ¿qué piensas?
-
Que ahora las cosas van teniendo sentido
Santa, esto es magia, es un hechizo, estamos lidiando con una bruja, y no debe
vivir lejos.
-
¿Una bruja? ¡Santas galletas de jengibre!
¿Y cómo la vamos a atrapar?
-
Las brujas son un poco parecidas a los
ratones Santa, dejan un rastro que los gatos saben seguir a la perfección, es
una suerte que mi Kickster sea un buen cazador, él nos guiará.
Alondra
apenas terminaba de decir esas palabras cuando el gato nuevamente salió
corriendo, esta vez en dirección al vecindario, justo al otro lado de la calle,
y allí, a plena vista estaba una casita con un amplio y bien cuidado jardín,
una huerta, un precioso pino que podía verse por las ventanas y una corona
llena de moños en la puerta, pero también en la entrada de la puerta dos
grandes macetones, uno con lavanda y otro con salvia.
Santa
Claus, Alondra y el duende Rÿpaliick se miraron unos a otros completamente
desconcertados y contrariados.
-
¿Qué pasa? –decía la coqueta señorita
Blizter– ¿es muy peligrosa esta bruja? ¿Qué sucede?
-
Lavanda y salvia –decía Al– ninguna bruja malvada las soporta
-
¿Y eso qué significa?
-
Que la bruja que ha hecho esto es una
bruja buena, una bruja blanca.
-
Pero incluso la magia más blanca en las
manos equivocadas ya no es blanca.
-
Pero si es una bruja blanca ¿cómo puede su
magia ser oscura?
-
La magia mi niña –explicaba Santa– no es
blanca ni oscura, la magia sólo es... y será como sea el corazón de la
hechicera.
-
¿Entonces esta bruja se ha hecho malvada?
-
No, no lo creo –afirmaba Al– creo que ella
piensa que está haciendo un bien.
-
¿Convertir niños inocentes en monstruos es
un bien?
-
Ese es el punto señorita Blizter, ella no
cree que sean inocentes.
CONTINUARÁ ...
CONTINUARÁ ...
Parece que esta vez, si que voy a poder comentar lo que me parece el segundo capítulo de tu cuento. Has descrito perfectamente a los chefs de los dichosos programas de cocina y a los niños que la sociedad puede convertir en personas tan caprichosas. Me ha gustado mucho que el detective sea una chica. Espero el tercer capítulo. Veremos a ver que pasa con la bruja blanca.
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