lunes, 17 de diciembre de 2018

EL MISTERIOSO CASO DE LOS MONSTRUOS NAVDEÑOS, CAPÍTULO 1


EL HORRIPILANTE CASO DE LOS MONSTRUOS NAVIDEÑOS
  CAPÍTULO 1
AL FOXTER

Elizabeth Segoviano TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS


Una hermosa corona hecha de pino, musgo, muérdago, flores de noche buena y un moño de terciopelo rojo coronado por una campanilla de cobre perfumaban la sala de espera en una lujosa oficina  cuyo letrero indicaba:

“Al Foxter, Investigador Privado"     
                                                                  
Sentados ansiosamente en los mullidos sillones negros se encontraban una ancianita, y un par de agentes de policía muy mal disfrazados queriendo pasar por hombres de negocios.

Al Foxter era un investigador muy bien conocido por su máxima discreción y  máximos resultados, incluso la policía recurría a sus servicios –en completo secreto, por supuesto–  ya que de cara al público y los medios no querían quedar en ridículo al admitir que no sabían realizar la mitad de las investigaciones que tenían pendientes, la verdad era que sin los servicios de Al Foxter toda Ciudad Moona sería un caos.
La reputación del investigador Foxter ya era internacional, sin embargo nadie sabía con exactitud quien era o como se veía, ese privilegio estaba reservado solo para el pequeño círculo de amigos y familiares del investigador, y un círculo aún más pequeño de clientes exclusivos que contaban no solo con la confianza, sino con la estima de Al Foxter.
Aquella noche invernal en la que las ráfagas de nieve no dejaban ver más allá de la nariz, aterrizó en la azotea del rascacielos un helicóptero, de él bajó un corpulento hombre vestido por completo de negro, gabardina, sombrero, bufanda, guantes, botas, lentes, todo él parecía casi una sombra, a no ser por la blanquísima barba blanca que caía espesa y brillante sobre su barriga.
El hombre se apresuró escaleras abajo, con los movimientos y la rapidez de un ninja (algo verdaderamente sorprendente para un hombre de su edad y tamaño) detrás de él un hombre muy, muy bajito igualmente vestido de negro intentaba seguirle el paso, mas al tener tan cortas piernas y encima llevar cargando un gran y pesado portafolios de metal, se empezó a rezagar.
-            ¡Jefe! –gritaba el hombrecillo– ¡espéreme jefe!
-            ¡de prisa! ¡no hay tiempo! –mascullaba el hombre corpulento mientras regresaba y tomaba en brazos al hombrecillo con todo y portafolio como si no pesaran más que una hoja para seguir su desenfrenada carrera hacia la oficina del investifador Foxter–
-            Jefe, hay elevador, no tiene porque correr treinta pisos hacia abajo
-            ¡Entiende que no hay tiempo para elevadores! ¡todo quedará arruinado!

En un minuto exacto el hombre corpulento bajó treinta pisos y llegó corriendo a la oficina del investigador, allí la recepcionista de inmediato dio aviso por la computadora: “El señor C. Ha llegado” –Tecleó rápidamente, al instante llegó el mensaje del investigador: “hazlo pasar de inmediato, deshazte de los demás clientes, diles que sus casos serán resueltos, pero que ahora debo marcharme”.
La dulce recepcionista se levantó de un brinco y poniendo sus altísimos tacones en movimiento saludó con una reverencia al señor corpulento mientras le abría la puerta. –Señor C. Al le espera– dijo, y como le fue ordenado sacó al resto de los clientes que visiblemente molestos salieron, aunque no sin mascullar algunas maldiciones. La recepcionista entonces cerró con llave y tres seguros la oficina, bajó las persianas, desenfundó su arma paralizante y metiéndose un caramelo de menta y cereza a la boca regresó a su escritorio, calmada, pero alerta.
De repente una sombra apareció en la persiana de la puerta principal, la señorita volvió a levantarse con su arma paralizante lista en la mano derecha y un tubito de gas pimienta en la izquierda, lentamente se acercó a la puerta sin que sus tacones de quince centímetros hicieran un solo ruido y abrió la persiana de un golpe, entonces dejó escapar un suspiro de alivio y guardó el gas pimienta en el bolsillo de su abrigo, sacó las llaves y abrió para dejar pasar a un elegante gatito atigrado con un collar púrpura y una chapita de plata en la que se leía el nombre “Kickster” era el astuto gato de Al Foxter, su inseparable compañero (y el verdadero “jefe” de la oficina, pues todos accedían a sus caprichos solo porque el gato era tremendamente guapo).
El gato saltó a su exclusiva silla de terciopelo púrpura y se puso a “amasarlo” como acostumbraba hacer antes de tomar una siesta mientras la recepcionista le tomaba fotos altamente tiernas y fotogénicas para saciar a los miles de seguidores que tenía en instagram, kickster era el famoso gato detective, siempre posaba altivo y esponjado para la prensa cuando algún caso era resuelto.

En la oficina de Al Foxter el señor C. Se quitó el sombrero y dejó al descubierto sus abundantes rizos blancos mientras el investigador se deshacía de una perfecta máscara de latex y descubría su verdadera personalidad.
-            ¡Mi querida Alondra! –decía el hombre corpulento–
-            ¡Santa Claus! – exclamaba la chica mientras abrazaba a Santa y al hombrecito muy, muy bajito-  ¡mi querido Rÿphaliick!
-            ¡Alondrita! –gritaba Rÿphaliick aferrándose con cariño al cuello y los rojizos risos de Alondra Foxter, la investigadora más famosa y efectiva de ciudad Moona–.
-            Chicos, los estaba esperando desde esta mañana
-            Lo siento mucho Alondra – decía Santa– las ventiscas de nieve no nos permitían salir del polo norte, parecía que nos quedaríamos atrapados, la mala suerte se ha posado sobre nosotros y sobre la Navidad, Alondra, no importa lo que hagamos, todo parece perdido.
-            No te preocupes Santa, llegaremos a la raíz del problema, te lo prometo ¿qué tienen para mí?

El duendecillo Rÿphaliick entonces dejó sobre el escritorio el portafolios y Santa Claous pulsó la combinación digital, cuando el maletín se abrió, Alondra Foxter examinó el contenido, eran una serie de fotografías bastante extrañas y algunos recortes de periódicos de diversas ciudades en los que se hablaba del peligro inminente que corrían los niños, pues al parecer, horrendas criaturas estaban apareciendo para secuestrarlos, ya que en cada lugar en donde que se había informado de los avistamientos de esas criaturas monstruosas se reportaban las desapariciones de igual número de niños.
-            ¿La prensa tiene razón Santa, son secuestros?
-            No ... no lo son Alondra, nadie pide rescate, los niños simplemente desaparecen ...
Alondra Foxter tomó las fotografías, las puso bajo una lupa, las examinó un par de minutos, luego las digitalizó, las puso en su computadora y las analizó con varios programas.
-            Santa ¿tienes fotos de los niños desaparecidos?
-            Si, están en el compartimento al fondo del portafolios

Alondra tomó las fotos de los niños y las miró un minuto, se dirigió al armario de su oficina, sacó una nueva máscara de latex en la que se perdieron sus facciones femeninas, y le pidió a su recepcionista que le pusiera a Kickster sus botas para nieve y el chaleco antibalas de fibras de kevlar afelpado que le había mandado confeccionar.
-            ¿Qué pasa Alondra? –decía ansioso Santa Claus– ¿has descubierto algo?
-            Eso me temo querido Santa ... los niños no han desaparecido
-            ¿Cómo? ¿qué dices? ¿entonces dónde están?
-            Obsérvalo tu mismo –decía Alondra Foxter señalando la pantalla de la computadora, en ella el programa de reconocimiento facial indicaba que las horripilantes criaturas monstruosas de las fotos ¡eran nada más y nada menos que los niños!
-            ¡Santas estrellas polares! ¿Alondra que vamos a hacer? Mientras más se acerca la Navidad, más monstruos aparecen, la policía ya no puede proteger las ciudades ¡incluso han llamado al ejército! ¡en un par de horas los atacarán con todo lo que tengan para detenerlos!
-            ¡NO! Santa, debes llamar a las jefaturas de policía ahora mismo, explícales la situación, diles que bajo ninguna circunstancia deben lastimar a los monStruos, pídeles que tan solo los contengan, no pueden lastimarlos.
-            Por supuesto Alondra, ahora mismo los llamo.
-            Rÿpaliick ¿cuál fue la primer ciudad donde empezó esto?
-            Ciudad Hegozentre
-            ¡Pues allá vamos!







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